Thursday, November 10, 2011

17


Andrés Vicente Navarrete 17. “¿Por qué yo?”, pregunté. “Mitad azar, mitad selección –respondió ufano–. Dabas el perfil: mujer sola y sin trabajo, neurótica y tan estúpida como para enamorarte del primer farsante que te hiciera ojitos. Pero me equivoqué –se lamentó-, cazaste al cazador y todo se fue al garete”. De pronto calló y mudó el semblante, aflojó la corbata y contorsionó el cuello. La frente se le perló y comenzó a sudar como un cerdo. Descompuesto, miró a la tarjeta y a los dedos con los que la había tocado. “Hijo de puta”, balbuceó, y se desplomó al suelo. Me quedé atónita. Sobre la mesa descansaban las dos llaves.