Sunday, November 13, 2011

18

Sandra Castellanos 18. Las tomé instintivamente y salí. Dos gorilas me cerraban el paso. “El doctor…” balbuceé. Les bastó ver a Molina tendido en el suelo, con los labios azules, para olvidarse de mí. Me tambaleé por un pasillo estrecho y oscuro. De un lado y de otro me alcanzaban los gritos. “Por acá”, me susurró una voz (¿Fred?). A mi izquierda se abría un corredor diminuto, que terminaba en un resplandor. ¿Soñaba? Nunca sabré cuáles de las cosas que viví fueron reales y cuáles producto de mi imaginación exaltada por las drogas. Llegué al final. Una puertecilla destellaba ante mí, cerrada por dos grandes candados.