La historia y sus variaciones

Rosa Montero 1. Salí para ir a la farmacia y al regresar, diez minutos después, lo vi acodado en la ventana. Me detuve y lo miré, sin saber qué pensar. Llevaba la misma camisa blanca arrugada con la que había estado ovillado en la cama durante horas. Fumaba con lentitud, ausente, tranquilo. Como un hombre satisfecho que se asoma a ver morir la tarde. Entonces bajó la cabeza, me descubrió a sus pies y sonrió. Y su sonrisa me partió el corazón. Corrí escaleras arriba, forcejeé con las llaves e irrumpí sin aliento en la habitación. Él ya estaba sentado en el alféizar, con los pies colgando sobre el vacío.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #2

Gabriela Squadritto Garea 2. Estaba descalzo, como si todo ese aire fuera una enorme alfombra peluda e invisible. —Me gusta no pisar nada, es como volar… —cerró los ojos, concentrado— lo mezclo con como se siente estar de pie, y listo, estoy rodeado de nada. —Claro, se puede flotar, pero en la mente —la situación seguía crítica; intenté que mi voz sonara lo más dulce y tranquila posible, forzando mis escasas dotes teatrales—. Vamos, papá, vuelve a acostarte. Si quieres, te leo un cuento.

Eduard Garcia Hernandez 2. Mi primera reaccion fue increparle por su actitud pero muy pronto me di cuenta que no iban a servir de nada los reproches. Hice un tremendo esfuerzo para serenarme, me servi un vaso rebosante de zumo de naranja simulando total entereza y me sente lo mas cerca de el que pude sin arriesgar mi fisico, me parecio obvio que la mejor via era la de la persuasion. Despues de algunos forzados comentarios banales le pregunte como se encontraba, si habia empezado a recuperar la memoria. Me miro sorprendido, apago su cigarrillo y me dijo que si, que parecia que empezaba a tener algunos recuerdos aislados.

Maribel González Trapero 2. No me salían las palabras cuando entré. Me quedé de pie con la respiración agitada, sin saber qué decir. - Deja de hacer el tonto, me estas asustando, dije al fin. Yo esperaba que no fuese capaz de hacerme esto, así delante de mis narices. Entonces con una elegancia propia de él, volvió la mirada, arrojó el cigarrillo, y paso dentro de la habitación.

Alejandro Chirino 2. Volteó, me volvió a sonreir y luego me dijo-No me lanzaré, estate tranquila-. Se recorrió a un lado de la ventana y me invitó a sentarme a su lado. -Ven, sientate a mi lado, ven a ver cómo se ve el mundo desde aquí.
Sandra Castellanos 2. "Te asusté?" "Si, como siempre." Puse las cosas sobre el tocador y me senté, sin fuerzas, en la cama. Cómo me irritaba ver su satisfacción. "Uno de estos días no voy a correr. Lo sabes." "Ven acá, no seas aguafiestas. Hice unos sandwiches como para chuparse los dedos." Para mi sorpresa, estaba de muy buen humor. Nunca se sabía, con él. Los sandwiches estaban, en efecto, deliciosos. Al terminar de comer me tocó suavemente la mano y anunció: "Tengo algunas noticias".

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #3

Lilith Paris 3. –La compañía ha decidido abrir una subsidiaria la costa Italiana, ya era hora, la empresa estaba necesitando marketing internacional-. No bien había terminado de hacer su anuncio y el aire se me atoraba en la boca del estómago, -el gerente piensa que soy el más idòneo para encargarme de esa plaza; aqui y allá son mercados similares. Un silencio largo nos invadiò, no supe si abrazarlo y descorchar una botella o pasar a ocupar su lugar en el alféizar; por fín, él había encontrado la excusa perfecta para irse, simplemente irse, sin el rótulo de abandono.

Montserrat Ferrer Vila 3. A continuación se sacó algo del bolsillo y lo puso sobre la mesa. Sin parar de sonreir , me dijo : "Cógelo, por favor". No tenia ni idea de lo que podia contener aquel sobre rabiosamente rojo. Intrigada, lo abrí despacio y lo que ví me dejó completamente estupefacta : 2 billetes de avión Madrid-Praga para el fin de semana."Qué es esto? " balbuceé?

Ana Coll 3. " Te dije que lo encontraría". No supe reaccionar a la noticia, por una milésima de segundo estoy segura de que el corazón se me paró, la sangre dejo de bombear y la palidez de mi rostro fue absoluta. Sólo podía apreciar su regocijo. Se sentía como el soldado que había cumplido su misión y se podía retirar a descansar. Y yo? A partir de ahora no podía volver a mirar atrás. El único camino era hacia delante, planear el encuentro. Y entonces lo supe. Ten mucho cuidado con lo que deseas, a veces se hace realidad.

Liliana Karl 3. Lo mire tratando de disimular mi ansiedad. Otra vez noticias?, me dije. No estara nuevamente inventando?. "Si?", pregunte casi temerosa. Dejó pasar unos segundos antes de responder. El muy ladino sabia jugar muy bien con mis emociones. Sin dejar de mirarme a los ojos, soltó: "me llamo Juan"

Pilar Fresnillo 3. " En realidad son dos noticias, una buena y una mala. Cual quieres que te cuente primero?" " Miedo me das. Ya sabes que muchas veces tenemos una percepción muy diferente de lo que es bueno o malo." Sonrió, con una de sus sonrisas de medio lado, a lo Clint Eastwood. " Empiezo con la buena. He recibido una carta y, por primera vez en muchos años, no es ni una factura ni publicidad." Me volvió a tocar la mano, entrelazando con firmeza sus dedos con los míos, como queriendo darme fuerza. "La mala noticia es que el remitente es Laura. Quiere vernos, tiene algo que decirnos."

Antonio López Romerales 3. - Acabo de hablar con Emilio, de la Central – dijo con voz nerviosa, conteniendo la alegría - Han cubierto mi baja, dos meses, o sea que: nos vamos a Quintanarejo! - Fenomenal - respondí apretando su mano, aliviada. Siempre que Alberto recibía una llamada del trabajo, dejaba de respirar hasta saber el motivo... Su depresión nos había encerrado prácticamente un mes en aquel piso ruidoso y triste, vecinos fantasma, sin amigos, respirando el aire gris de los coches, el televisor hablando día y noche, sudando el sofá y odiando aquel verano interminable. Necesitábamos tanto salir!

Cris Paz Elias 3.- "Mañana me marcho", dijo. Me volví buscando sus ojos, sabiendo que mi mirada estaba llena de preguntas. Como si adivinase el orden de prioridades de mi curiosidad, matizó "yo solo, tú me esperarás aquí, ya sabes que es peligroso; pero volveré a buscarte". No era la primera vez que desaparecía y no sé por qué una mezcla extraña de alivio e inquietud me invadía cuando le sentía lejos.

Sandra Castellanos 3. Supe lo que iba a decirme, palabra por palabra. Sonreí y me levante de la mesa, como si en vez de « Tengo algunas noticias. » hubiera dicho « Mañana va a hacer sol. » Una vez saliera de su boca, seria real. Sentí como se acercaba y me hirió el calor de su mano aproximándose a mi hombro. « Mamá llega esta noche. Los médicos han declarado que podemos tenerla en casa. »
Miguel Morea 3.Sus noticias hacía tiempo que pasaron de ser brotes de ilusion a espinas que se clavaban en mi futuro. Ya ni siquiera pensaba en plural."Ya sé lo que vamos a hacer con ese maldito paquete" me espetó, así, sin dejarme siquiera preguntar que nuevas eran aquellas que le habían hecho cambiar su torcido gesto por esa sonrisa continua, casí estupida

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #4

La Vivi Herrera 4. -Lo devolveremos a su dueña. Es tan simple que parece ridículo- me dijo mientras yo sacaba cuentas mentales respecto a la edad que Lucía Vergara tendría, y eso, si es que todavía vivía. Era increíble como esa pequeña caja cubierta de sellos y desgastada por el tiempo había determinado la historia de nuestras familias que, finalmente, eran una sola. Y ahí estaba frente a nosotros, la herencia de mi abuelo para la que fuera su amante y amor de su vida; robada por mi madre pequeña, egoísta, dolida, celosa y con la que tuve que cargar desde siempre , aún antes de saber que siquiera existía.

Juan Martínez Parente 4. Hacía ya tres días que había llegado el paquete. Lo habían dejado en la puerta, nunca supimos quién. Ni una letra que identificara al remitente ó al destinatario, él lo levantó y lo agitó tratando de adivinar su contenido. Me miró y un recuerdo simultáneo nos dejó helados. Crees tú... dijo con dificultad. Mi corazón se agitó inesperadamente. Hacía tres años habíamos hecho un viaje a México donde conocimos a...

Mónica García Picos 4. Resondí a su gesto hueco con otra mímica de pretendida incertidumbre. Pero sabía de qué se trataba e intuí a lo que iba. Se hizo un silencio. No pregunté nada. Volvió a su copa de vino mientras revisaba la correspondencia del día y una carta con especial dedicación. Dije que iba al baño. Entré en su despacho. Sabía dónde estaba aquel paquete y lo guardé en el bolso. Volví a la habitación y le avisé que tenía que salir unos minutos. Al llegar a la calle di vuelta en la esquina y me apoyé en la pared a la vez que tomaba aire nuevamente. Me había anticipado a sus noticias.

Cecilia Carrasco 4.Yo lo había olvidado por completo. Luego de la conmoción que ocasionó su arribo había sido exiliado al cajón de arriba de la despensa. Al principio, su disgusto me pareció una chiquillada, otra de tantas. Luego lo entendí mejor: un paquete así, tan extravagante , y enviado por su hermano. Sí parecía hecho a propósito.

Pilar Fresnillo 4. " Te recuerdo que ese maldito paquete no es nuestro. Por mucho que estés deseando quitarte la responsabilidad de encima, no nos queda más remedio que esperar. Tarde o temprano vendrán a buscarlo, lo importante es no ponerse nerviosos." No se esperaba mi comentario, levantó la mirada y me miró con el desdén de quien se cree que todo lo sabe mejor.

Aanima Wayra 4. Aún con incredulidad miré fijamente el paquete, no sabía si reírme de todo lo que estaba pasando o enojarme por aún permanecer en ese lugar, que por momentos se volvía tan oscuro a pesar de los rayos solares que se negaban a morir del todo. Pero la intriga era mayor al orgullo, con esa sonrisa entre burlona y sarcástica típica en él, mirándome fijamente a los ojos me dijo: “Si tu no lo haces lo haré yo”.

Sandra Castellanos 4. El “paquete”, como él solía llamarlo, era la constante fuente de frustración para Lucien. Se trataba de las novecientas noventa y ocho copias de su Novela, que tuvimos que traer de las librerías después de tres penosos meses. Al comienzo fue pura estupefacción; no podíamos creer que ni siquiera una copia se hubiera vendido. En mi opinión, La Novela no merecía menos que aclamación. Decidí que él era mi pobre Maestro y yo su Margarita. Intenté convencerlo de que insistiéramos en librerías pequeñas, pero él se negó categóricamente. Cada vez encontraba una manera más deshonrosa de deshacerse del asunto. “Que estas pensando?”.
Maria Hernandez 4.Ni siquiera se había dignado a compartir conmigo el contenido de ese paquete. Hasta ese punto había llegado nuestra relación a enfriarse.Un día hace tres semanas vino cargado con él y sin mediar palabra lo colocó debajo de nuestra cama y me hizo jurar que jamás lo abriría. Desde entonces formaba parte de la decoración de nuestro dormitorio, ¿o debería decir ‘su’ dormitorio?. “Este paquete es nuestro pasaporte para la nueva vida que siempre soñamos” dijo. En aquel momento, alguien llamó a la puerta, ¿Quién coño sería a estas horas?

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #5

Antonio López Romerales 5. – Hola, buenos días... ¿El señor Montes, vive aquí? – preguntó. - Sí – contesté secamente con tono molesto. Era de mi altura, cabello negro bastante largo, de unos cuarenta años, elegante, con un traje chaqueta gris ajustado y zapatos de tacó...n alto. Iba bien maquillada e incompresiblemente sin rastro de haber sudado las interminables escaleras. Aún así, no pudo evitar sonrojarse ante mi indagadora mirada. / Al percatar mi irracional brusquedad con ella, relajé mi postura, a modo de disculpa, dando un paso atrás.

Mónica García Picos 5.Con firmeza me pidió que no abriera la puerta. Yo tampoco tenía intenciones, pero su tono imperativo me llevó a hacer lo contrario. Ni siquiera pregunté quién era, abrí. Allí había una mujer, de la que sólo podré recordar su mirada. “No vengo a hablar contigo, lo busco a él”, susurró con una voz marcada por el tabaco. El apareció tras de mí y le hizo un gesto para que entrara. Se ve que no quería escenas en el pasillo. “Sabes que el paquete no es tuyo, tú decides”, le espetó. El empalideció y trató de balbucear algo pero no pudo. “Soy su amante” sentenció la mujer, y continuó “Y ese paquete es mío”.

Andrés Vicente Navarrete 5. No te preocupes”, me dijo él, “espero a una persona”; después se permitió apagar tranquilamente el cigarrillo antes de levantarse y acercarse a abrir la puerta. Tras el umbral apareció una mujer elegante y atractiva que aparentaba ser más joven de lo que algunos de sus rasgos delataban. Entró en la habitación y miró a su alrededor esbozando una mueca de divertida suficiencia. No se presentó y evitó los preámbulos, como quien no acostumbra a malgastar su tiempo. “No sé ni me importa cómo algo tan valioso ha podido llegar a vuestras manos, pero estoy dispuesta a comprarlo si llegamos a un acuerdo”.

José Marins 5. Não farei nada sobre pressão – gritou ao mensageiro. Diga ao chefe que no momento adequado levarei a encomenda – batendo a porta. Ele começou a se vestir apressado. Eu fingi que dormia. Tocou-me dizendo para me levantar, teríamos que fugir e o mais depressa, mostrou-me duas passagens de avião. Colocou o pacote em uma mochila e a pôs nas costas. Enquanto descíamos as escadas pensei: este o amor que eu busquei? Fiquei surpresa quando me disse: Eu não lhe prometi rosas, mas uma relação envolvida para regalo!

Lorena Schuster Varela 5. Al parecer, yo era la única sorprendida. Él se apresuró hacia la puerta, excitado. "¿Esperas a alguien?". Sí. Desde luego que sí. Alcancé sólo a pensar en levantarme... pero al instante quedé congelada. Casi podía ver en mis manos cómo el pulso se aceleraba, en un intento desesperado de contener y a la vez disimular toda mi furia... Su voz era inconfundible. Tomás. Era innegable que la genética lo había favorecido. Mi cuñado. Un hombre despiadadamente hermoso. Recordaba perfectamente la última vez que nos vimos. Golpes...policía...llamadas en la madrugada. ¿ que tenía que ver él con todo esto?

Algorri Rosa 5. Se acerco a la puerta y después de observar por la mirilla, abrió la puerta con su mejor sonrisa: Era el conserje del edificio, con cara de pocos amigos, llevaba el pijama puesto, un modelo de esos antiguos a rayas, con señales evidentes de no haber pasado por la lavadora en años, debajo asomaba una camiseta que en su día fue blanca y ahora estaba cubierta de una pátina que la unificaba al pijama, con barba de todo el día, y esos dientes amarillentos que a la luz tenue del pasillo le daba un aspecto a la vez macilento y amenazante, no se le podría definir como atractivo y en este momento menos que nunca. ¡Buenas noches! dijo.

Marta Ribes 5.-Me levanté con desgana y me dirigí a la puerta. ¡Espera! A medio camino como me encontraba, me volví hacia él interrogante, su tez se había tornado blanca y los ojos casi se salían de sus órbitas, ¡No abras! Nos mantuvimos en silencio unos segundos interminables, los golpes en la puerta en lugar de cesar se volvieron aún más fuertes y desesperados, mis pensamientos se entremezclaban con un miedo atroz e incontrolable, casi de puntillas traté de acercarme a él en busca de refugio, pero era demasiado tarde la puerta cedió y cayó estrepitosamente.

Sandra Castellanos · 5. “Qué pasa que aún no abres?” Me reprendió. El asalto de dulzura había pasado. Abrí la puerta, jurándome por enésima vez que dejaría de ser tan mansa: “Cuando menos lo esperes, vas a ver!” Ese debió ser mi último pensamiento en la vida, pues a partir de ese instante dejé de existir. “Listo?” preguntó la mujer al otro lado de la puerta. “Casi. Espérame ahí”. Entró en la alcoba y, fingiendo que empacaba algunas mudas de ropa, escondió el paquete en el armario. “Ya está”. Conocía bien la sonrisa con la que salió del cuarto, sólo que esta vez no estaba dirigida a mí. Besó a la mujer en los labios y salimos.

La Vivi Herrera · 5.Me miró con cara de incredulidad, balbuceando que era imposible que fuera ÉL, que sólo había sido un pensamiento sin importancia... Se secó el sudor de la cara con las manos e hizo el ademán para que abriera. No puedo recordar en qué momento entró. De pronto ya estaba frente a Esteban, joven, bien vestido, guapísimo y con esa capacidad de helar el espinazo. Lo miró con sus ojos transparentes y fulminantes y señalando el paquete simplemente le preguntó: “¿Cuánto por el alma de tu padre?”

Juan Martínez Parente · 5. ¿Esperas a alguien?, le pregunté. No que recuerde, dijo incorporándose, ve quién es por la mirilla antes de abrir. Es tu primo, dije al tiempo que descorría el pestillo. Apenas se detuvo para darme un beso y dejar un tufo a tabaco y moho. Tengo que hablar contigo dijo. Si quieren los dejo solos dije tomando mi abrigo y salí. ¿Recuerdas el paquete? ¿lo conservas? pues esta tarde han venido a buscarme dos tíos malencarados, estuvieron haciendo preguntas a la vecina pero supo esquivarlos. Dijeron que regresarían. Me la he pasado dudando en venir a verte, pero no me aguanté y aquí me tienes. ¿Lo tienes?

Magda Calderón 5 Nada bueno, eso era seguro. Desde niña me asustan las llamadas inesperadas a la puerta o el teléfono que suena a mitad de la noche. Resabios de una infancia llena de sobresaltos y malas noticias. Además, se había creado un abismo entre nosotros y las pocas amistades que alguna vez nos visitaron. Absorta como estaba, no me percaté que él se había adelantado a abrir, con prisa ¿o ilusión? La voz del visitante llegó a los recovecos más íntimos de mi memoria, sobresaltándome. “Regresé”, dijo. Un año antes, esa palabra era todo lo que le pedía a la vida; ahora solo significaba una burla más del destino.

Esther Calvo 5. “Recoge esto y no te muevas de aquí”. Un recuerdo relámpago, se abrió paso en un segundo: la idea se nos había ocurrido en una cena entre amigos hacía unos meses, pero sólo había sido una broma, ¿no? “Miki, no lo habrás hecho… no podemos. Ahora no. ¡Te juro que te empujaré yo misma por la ventana!”. Una chispa de aquello que me hizo volverme loca por él en el pasado, brilló por un momento en sus ojos: “Siempre espero que lo hagas, cielo”. Sólo cuando me tapé la cara con las manos me di cuenta de que las tenía heladas, y recordé, demasiado tarde, que había olvidado la bolsa de la farmacia sobre el tocador.

Aanima Wayra · 5 intempestivamente sin poder abrir bien la puerta, entraron como un rayo empezaron a revisar todo. Yo sin comprender lo que sucedía, y en un estado entre susto y rabia les dije: ¿Quiénes son, que quieren? en eso escuché unos gritos: “Allá va, se escapa por la ventana” “síganlo y no se olviden del paquete”. El sentimiento de frustración se mesclaba con el miedo, estaba más paralizada que el sofá de mi sala, y sin tiempo a reaccionar me agarraron del brazo y me embarcaron en un vehículo, que en nada se parecía a una patrulla, diciéndome: “hay muchas cosas que tiene que responder”

Cristine Pizan 5. Corrió a la puerta: “Buenos días.” “Enrique Amador.” “Querida, este es el anticuario que esperábamos.” Yo estaba en ascuas, le seguí el juego. “Claro, pase, por favor”. Traía un maletín y un carrito con ruedas cerrado. “Espéranos aquí, amor”. Sin darme tiempo a protestar habían entrado a su cuarto. Bajaron la voz. Estaba furiosa, pero le seguí el juego. Preparé café para tres.

Catalina Saettone · 5.Al abrir la puerta, sin detenimiento Pedro irrumpió en la habitación, entró poseido por una especie de ira. Con sus moviemientos abruptos y su cara de neurótico obsesivo, dejaba bien en claro que era capáz de hacer lo que sea necesario para conseguirlo. Miró el paquete blanco que yo llevaba conmigo y sin vacilación me pregunro: "¿ lo llevás a todas partes?"

Téxil Gardey 5. No atendimos. Nos quedamos callados, casi sin respirar. No supe por qué lo hacíamos, de quién nos escondíamos, pero me he acostumbrado a hacer lo que quiere. Golpearon durante un buen rato, luego el silencio lo devoró todo. Entonces pronuncié esas palabras a las que les temía tanto: "Me voy". "¿Qué decís? ¿Adónde?". "No sé, me buscaré la vida". "Todo cambiará a partir de... ahora, te lo prometo. Esta vez en serio". Me miró de esa forma tan suya, pero esta vez fue distinto. Ya no creía en sus promesas, Romina tenía razón.

Maria Hernandez 5. “!corre escondeté!”, me susurró con un tono angustiado. “sabes que no pueden vernos juntos”. Ya empezaba a estar cansado de ser un títere en manos de este hombre contundente y arisco que sin embargo se convertía en río de sentimientos y ternura en los momentos más íntimos. “ un día te abandonaré”- pensaba para mi mientras me refugiaba en el cuartucho que hacía las veces de lavabo- “soy mucho más joven que tú, puedo tener a quien quiera, tú eres un viejo huraño y acabado, ¿quien te va a querer a ti?” sin embargo, sabía que jamás reuniría las fuerzas necesarias para dejarle
Cris Paz Elias 5.-El detective Molina, a pesar de su nombre de funcionario triste y gris, parecía una caricatura de Sam Spade. El cigarro ladeado se le cayó, quemando su roída gabardina, cuando preguntó ¿Alfredo Gutierrez?. Al tiempo, abrió su cartera torpemente para mostrar su identificación. Es él, dije nerviosa. No sé por qué reaccioné de esa manera, como eludiendo alguna culpa o acusación, como intuyendo que el dichoso paquete contenía algo ilegal. Siempre había que pagar un precio por la felicidad.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #6

Andrés Vicente Navarrete 6. Fredi me fulminó con la mirada y el inspector me clavó sus pequeños ojos negros. “¿Qué me quiere decir, señorita …?”, “Elvira, Elvira Montes, inspector. Le decía que es él a quien han atracado esta tarde en el mercado –se me ocurrió inventar para arreglarlo–, ¿no viene usted por eso?” El inspector se llevó las manos a la espalda y agachó la cabeza sonriendo, “no sé nada de ese atraco, señorita –dijo con retintín–, pero sí de un robo cometido hace unos días, en el museo de la vieja catedral para más señas”. Entonces miró a Alfredo, “y usted, señor Gutiérrez, ¿sabe algo de eso?”

Pilar Fresnillo 6. Mi respuesta marcó un antes y un después. El mundo entero empezó a moverse a cámara lenta y con sordina. Alfredo levantándose poco a poco del sofá mientras sus labios se movían sin que llegara sonido alguno a mis oídos... El detective Molina cerrando suavemente su cartera y haciendo ademán de entrar... Y yo, anclada junto a la puerta, como si me hubiera vuelto árbol y mis pies se hubieran fundido con el suelo, convertida en actriz secundaria de una película en la que no quería participar.

Marta Ribes 6.-Disculpen la hora, ya saben, la policía, sonrió. Me tomaría un café si no es mucha molestia. Asentí y me dirigí a la cocina. Apoyado en el quicio de la puerta recorrió la habitación con la mirada. Alfredo, que permanecía inmóvil, le acercó la cajetilla - ¿ A qué debemos su visita señor…?-Molina, Inspector Molina y, no gracias, intento no fumar más de ocho al día - rió Bonito cuadro, ¿ lo ha pintado usted? S í- contesté-antes pintaba cuando … - Lástima, es muy bonito. Nunca tuve valor para quitar aquel maldito cuadro del salón - Precisamente una obra de arte desaparecida es lo que me ha traído hasta aquí Téxil Gardey 6. Molina cambió entonces bruscamente el tono y con una sonrisa burlona pregunto: "¿Lo tienen?". ¿Qué debíamos responder? ¿Si teníamos qué cosa? Seguro que se refería al maldito paquete, pero... ¿y si era una trampa? No fue necesario que pensara más, Alfredo respondió: "No tenemos nada". Entonces sucedió. Entraron tres hombres tan fuertotes que de sólo mirarlos dolían los huesos. Lo revolvieron todo; rompieron cuadros, lámparas, hojas y, como era de esperarse, encontraron el paquete y lo confiscaron. También se llevaron a Alfredo.

La Vivi Herrera 6. Molina encendió otro cigarro. -La puta droga no me interesa.Dejémosle eso a los pijos de narcóticos.He venido por la llave, Gutiérrez. -¿Cómo lo averiguó?- preguntó sin mirarlo.-No llevo 28 años en el servicio por nada- le respondió el detective haciendo una mueca. Luego continuó -Podemos hacerlo del modo difícil y en 5 minutos tienes a toda la policía tomándote de los cojones.O podemos hacerlo del modo fácil, voy contigo y quedamos a medias. Fred asintió.Yo sólo entonces me atreví a respirar.

Mónica García Picos 6. Molina, sin cigarro y con un agujero humeante en la solapa entró en el recibidor. No quedaba nada de Spade, sino un aceptable Colombo. “Bonito vestido”, me insinuó intentando romper el hielo. “Vaya, qué calor, ¿no tenéis algo de beber para ofrecerme?”, dijo mientras se escurría en el salón con ojo avizor. Al fin, quién habló fui yo “Puedo traerle un refresco”, le dije, a lo que contestó “si es marrón y con whiskey, mejor”. Miró el vaso y me preguntó “¿Alfredo no le ha regalado nada en estos días?”. Me contraje, “¿A qué se refiere?”. “Usted ya sabe, Malena. Hay un cadáver perdido y lo tiene su marido”.

Cecilia Montero 6. Como no queriendo, con pasos suaves, como un viento leve, me acerqué a él. No sabía qué sentía... ¿miedo o emosión?. Mi corazón parecía tener en su interior una manada de caballos desbocados. El detective de pacotilla dijo "vengo por el paquete". Alfredo reaccionó de inmediato, se acercó al buró y ágilmente sacó una pequeña pistola, que yo nunca había visto. "O sales de aqui en este momento o disparo" dijo. Yo estaba a un paso de Molina y por un impulso estúpido le di una patada en los bajos.

Cristine Pizan 6. “Soy yo, ¿en qué puedo ayudarle?”. “Señor Gutiérrez, ¿estuvo en la Biblioteca Nacional hace dos días?”. “Soy investigador. Anteayer, creo que estuve por la tarde” “Su firma aparece desde temprano en la mañana. ¿Puedo pasar?” Alfredo le abrió la puerta al detective. Miró sin disimulo mis cuadros amontonados por las paredes. Antes que preguntara le respondí: “La que pinto soy yo, es un pasatiempo”. “¿Puedo preguntar si coleccionan grabados, manuscritos iluminados o incunables tal vez?” “Somos profesores en paro, nuestro alimento son las letras, el arte y el aire.”

Juan Martínez Parente 6. ¿ Es usted Alfredo Gutierrez Armijo? insistió. Alfredo apenas movió la cabeza asintiendo.¿ Puedo pasar? Molina acostumbrado a los rechazos esperó. Regordete y ágil de uñas amarillas y mirada curiosadora se había iniciado en el campo de la investigación a causa de una sospecha de infidelidad la que confirmó después de no pocas horas de paciente vigilia. Un cornudo más y un detective más, pensó. Rentó una buhardilla en un viejo edificio del centro puso su nombre con letras doradas en la puerta se sentó subió los pies sobre la Smith-Corona encendió un cigarrillo y esperó a su primer cliente.

Stifany Serruto 6.“Dígame oficial ¿Vino a arrestarme?”. Siempre me sorprendía su forma tan relajada de afrontar las situaciones. El oficial se sonrió y le dijo “¿Hay algún motivo por el cual debería arrestarlo?”. Yo me sentí como si mi sangre se hubiera congelado. “No lo creo, en que puedo ayudarlo?”. El oficial me miro como si supiera que yo ocultaba algo. “Sólo quería preguntarle por su socio el Sr. Fuentes, su esposa lo reportó desaparecido y al parecer usted puede ser la última persona que lo vio”.

Sandra Castellanos 6. Que usara el nombre de Alfredo Gutiérrez no había ayudado a amainar mis malos augurios (Aunque nada me garantizaba que César Rincón fuera su nombre real). Molina me escudriñó con sus ojitos de dóberman antes de dirigirse a Alfredo “El sujeto estará aquí en menos de diez minutos.” y mordisqueando el resto de mi sándwich añadió “Se le ha hecho venir diciéndole que la señora..” “El sujeto?” irrumpí, incrédula y exasperada “Yo sé quién es el sujeto!”. Por toda respuesta, César dejó un malicioso brillo iluminar su rostro, y Molina reprimió un suspiro de irritación. “Usted murió hoy!” me soltó.
Maria Vedia 6. Giré sobre mis pies ...para hablarte con los ojos. Estaba segura de que reconocerías en mi mirada un 'lo siento'. Siempre lo hacías, cada vez que mi miedo nos metía en apuros. Al volverme habías desaparecido y contigo, el paquete. Quise ver que las cortinas se movían. ¿Una huida rápida por la ventana? El salón devolvía una calma ahogada. La misma que mantenía yo mientras Molina me hacía a un lado para cruzar el pasillo. ¿De qué conoce usted al señor Gutierrez?-interrogó, apuntándome con la pistola.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #7

Lorena Schuster Varela - “Nos conocemos hace poco tiempo…” - “No vas a contestar. En fin… Veamos; esta es la situación”, masculló Molina, suspirando ruidosamente, sosteniendo aún el arma, con el tono y la actitud del profesor cansado de reprender a su alumna. “Tu amiguito tiene en su poder ciertos documentos que podrían comprometer a algunas personas. Personas importantes. ¿Me sigues?”. Hablaba despacio, esperando que yo asintiera… -“¿Parezco estúpida?”. Era la primera vez en mi vida que contestaba de esa manera… No pude reaccionar. Ni siquiera vi con qué me golpeó… Al despertar, ya no estaba en casa.

Andrés Vicente Navarrete 7. Otra vez se me planteaba una pregunta para la que no tenía respuesta; igual que cada mañana frente al espejo y cada noche al acostarme a su lado: ¿quién es el hombre con quien llevo viviendo casi un año? Buscar y no encontrar esa respuesta era un sino que empezaba a exasperarme. Pistola en mano el policía se acercó a la ventana y echó un vistazo a la calle dos pisos más abajo. Pies para qué os quiero, pensé, y tres segundos después había dejado atrás el primer tramo de escaleras; una sonrisa nerviosa se me dibujó en los labios y sentí la adrenalina zumbando por mis venas.

Lusca Fusca 7. “¿De qué le conozco?”, pensé. “Trabaja con mi marido”, contesté. Al fin y al cabo, después de dos años de aquel primer encuentro, era lo único que sabía de él. Nunca imaginé que una doble vida me llevaría a estar condenada a su dependencia. Mario, mi marido, se pasaba dos meses de cada tres en Londres. Dos meses de locura con Alfredo, tres meses de estabilidad con Mario. Esa era mi vida desde hacía dos años. De la pasión al miedo hay un corto camino y yo empezaba a recorrerlo. ¿Qué contenía ese paquete? Hacía unas tres semanas que no tenía noticias de Mario y mis piernas empezaban a temblar.

Adelaida Navas López 7- Conocerle?...Usted cree que se puede llegar a conocer a alguien así?, no me haga reir Molina, y baje el arma, sé que desde lo ocurrido la lleva siempre descargada. Un espeso silencio invadió la habitación y sus pupilas, más propias de un felino que de un hombre, se dilataron. Entonces supe que era el momento...

Maria Hernandez · 7.” Es … o más bien era mi compañero- corregí angustiada. Otra vez me la había vuelto a jugar. No era la primera. Prueba de ello eran los 3 años que pasé en la cárcel por supuesta colaboración en un robo de joyas. Alfredo, por supuesto, desmintió que el fuera el artífice de tal robo. Tenía que pensar algo rápido para salir de allí. Entonces lo vi, un jarrón azul celeste con un horrible dragón que echaba fuego por la boca. “Que horterada, ¿quien puede comprar algo así?”- pensé. Agarré el jarrón y golpeé al pobre Molina en la cabeza. Mientras le arreaba cerré los ojos y recé para no matarlo del golpe.

Cristine Pizan 7. ¿De qué lo conozco? De una noche en una parada del autobús. Se sentó a mi lado, tan torpe y despistado. Sin autobuses, la avenida de la playa brillaba fantasmal en la oscuridad.“ ¿Qué te pasó en la mano?”. Qué le importaba. Le pedí fuego. Me regaló una botella de agua. Le dije que había intentado cortarme la muñeca con la tapita de una lata de Coca-Cola, pero ni eso logré. Me buscaban. Tampoco podía pedir ayuda a la policía. Pasó un taxi, me llevó a comer. Y luego, se aseguró de que estuviera segura. Al detective le dije nada más: “Somos pareja”.

Cecilia Montero · 7. Yo titubeé. De repente todo cambiaba para mi. Había estado con alguien durante años y, por lo visto, no sabía mucho de él. ¿De verdad creemos que conocemos a otros cuando ni siquiera nos llegamos a conocer a nosotros mismos?. Por mi mente pasaron como relámpagos un montón de respuestas a la vez. No sabía qué me convenía decir. Para ganar tiempo dije ¿oiga, tiene alguna orden de cateo? El sonrió con ironía. “Le he estado siguiendo los pasos a su hombre. Me tiene que decir toda la verdad. A cambio yo le diré con quién la ha estado engañando el Sr. Gutiérrez”, me espetó con tono amenazante.

La Vivi Herrera · 7. -Es mi ex marido, mi novio y hasta hace treinta segundos mi mejor amigo-respondí. Por un momento pensé que conmovería la muñeca firme de Molina, pero su arma seguía certera señalando mi entrecejo. -Usted viene conmigo- concluyó. -No me importa que pase con su novio, no sería el primero en morir por lo que lleva encima, pero si algo de duda queda en él, seguro es usted quien puede provocarla ¡Andando!- dijo mientras su mirada, más que la pistola, me hacía sentir absolutamente vulnerable.

Lucia Yolanda Alonso 7. “¿Puede bajar la pistola y dejarme de apuntar?”, le dije con voz entrecortada desbordándome del pánico. Molina sonrió cínicamente y mientras bajaba la pistola buscó su cajetilla de cigarros en la bolsa de su gabardina. En ese momento sentí el verdadero terror de no saber que repuesta le daría, sentía que mis piernas temblaban, estaba segura de la palidez de mi rostro, me costaba trabajo respirar hasta que entró en la habitación una leve brisa y refrescó mi temor. Le conteste: “Ernesto Gutiérrez fue mi profesor de piano desde hace unos años”, Molina emitió una estruendosa carcajada

Emmy Engo 7-Estuve tentada de repetir la pregunta y espetarle airosa: ¿De dónde conoce USTED a mi marido? pero, por una vez en la vida, no cedí a la tentación y actué con calma, como si ahí estuviera Alfredo, siempre censurando lo que digo y hago. En realidad, mirándolo bien, creo que no fue una acto de sumisión sino el alto grado de obediencia que uno tiene con una pistola bajo la pera.
Pilar Fresnillo 7. Acto reflejo según el diccionario: respuesta involuntaria no controlada por la conciencia a un estímulo como los golpes o el dolor. Yo incluiría el miedo. Se le cruzaron los cables, que diría el pueblo llano. Lo mío al ver la pistola mas que un cruce de cables fue un cortocircuito en toda regla. Un par de segundos, no duró más. El tiempo suficiente para cerrar los ojos, coger carrerilla, cargar con fuerza contra un boquiabierto Molina y salir por patas.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #8

Sandra Castellanos · 8. Mal había bajado unos seis escalones, cuando sentí la mano que se cerraba sobre mi boca y su voz, cargada de odio contenido, que me silbaba al oído “Para que has llamado a la policía? No te he dicho que no abrieras el paquete?” Intenté contestarle, pero me apretó con más fuerza. De dónde había salido? Y qué de Molina? Como si adivinara mi pensamiento, Alfredo echó una mirada fugaz hacia el apartamento y me arrastró brutalmente hasta el primer piso. De momento me pareció más alto y macizo. Si antes tenía miedo de Molina y su arma, ahora sentía pavor de lo que este hombre pudiera hacerme.

Lusca Fusca 8. Al salir a la calle, una mezcla de confusión, lágrimas y flojera de piernas me invadieron repentinamente, aún así, corrí sin rumbo. Todos los viandantes parecían culparme con sus miradas, pero ¿de qué era culpable? Llevaba dos años de affaire clandestino con Alfredo y hasta ese momento, su hermetismo había sido parte de la atracción y la dependencia generada en mí. Ahora era mi caos. Nadie sabía de su existencia en mi vida. ¿Hacia dónde dirigirme? Mario, mi marido, regresaría de su viaje en dos semanas. De repente aquel enigmático paquete se convirtió en el centro de mis temores.

Maria Hernandez · 8. Me precipité por las escaleras y solo Dios sabe cómo bajé siete pisos corriendo. Al llegar a la puerta de salida, con el corazón palpitando en la garganta, te vi en el coche. “Bendito seas!! Me estabas esperando!! Perdona cariño por haber pensado mal de ti- me dije- corrí hacia el coche donde estabas tú y ese paquete que era nuestro pasaporte a una nueva vida: playas, sol, daiquiris…” En ese momento aceleraste y te esfumaste en la noche, dejándome atrás. “ Maldito bastardo!!! Me la jugaste otra vez..” A mi espalda oí los pasos del detective Molina..

Téxil Gardey · 8) Mientras huía escuchaba las fuertes pisadas de Molina (número 40 y pico) detrás de mis apresurados 37. Al doblar en la esquina, Alfredo detuvo el coche y me abrió la puerta indicándome que subiera. Obedecí, queda claro que soy la última que decide en el devenir de su propia existencia. En el asiento delantero, reluciente, viajaba el dichoso paquete.

Silvina Alfonso · 8- Bajé a los trompicones por la escalera, la mente en blanco, ciega, se me congeló el aire caliente de la boca cuando me di de bruces contra la portera que me miraba atónita. No me detuve, seguí en loca carrera hacia la calle sin medir ninguna consecuencia, apenas asomé la nariz, oí que gritaban desde nuestra ventana, miré hacia arriba y en el descuido me tomaron por detrás, doblaron el brazo y mi cara dio contra la pared, sentí su aliento caliente y ya no vi más nada.

Andrés Vicente Navarrete 8. Fiándome de mi intuición le busqué donde se refugiaba cada vez que la vida le enseñaba un diente, un garito al que yo no sé qué le encontraba además de garrafón, suciedad y una clientela sospechosa de cualquier maldad consumada o inminente. Allí estaba él, al fondo de aquel antro desahuciado, acodado sobre la mesa, el cigarro suspendido entre los labios, bajo una luz macilenta, como un santo de segunda en el rincón menos vistoso de una iglesia; a su lado, sobre una silla, descansaba el enigmático paquete. “Esta vez, querido, te has pasado varios pueblos”. Él me sonrió estúpidamente.

José Marins · 8. O som de um tiro soou no vazio. Diante do urso primeiro você treme, depois grita – diz a minha psicologia de almanaque. Entretanto, eu já havia gritado por socorro umas não sei quantas vezes, e ninguém apareceu. Agora tremia. Também não sei como consegui ficar de pé. Atrás de mim a voz rouca do senhor Molina: Estão querendo te acertar, mocinha! Eu me tornara seu escudo? Ou ele me defenderia? Quem atirou? Alfredo? Por certo estaria longe a esta hora. A polícia? Que tolice! Molina é da polícia, ou não?

Lucia Yolanda Alonso 8. ¿De dónde sacaba la fuerza de mis piernas? No lo sé, todavía me lo pregunto, nunca fui buena en atletismo, pero sin duda el terror me gobernaba y mi cuerpo fue capaz de salvarme el pellejo de un disparo. Mientras corría, escuche un estruendo delirante que se mezclaba con mi sudor desbordante. Por fin entré en un bar, mis manos temblaban cuando pedí una cerveza y di un respiro antes de darme cuenta que había un rumor sordo alrededor. La gente hablaba sin que pudiera escuchar lo que decían. Todos comentaban sobre el coche bomba, ese estruendo que yo había imaginado en mi carrera de pavor.

Lorena Schuster Varela 8. Horas antes, ese mismo día, había tomado, sin saberlo, dos venturosas decisiones. Una, no ponerme zapatos de tacón; dos, sacar el teléfono de la cartera y meterlo en mi bolsillo. Volaba escaleras abajo. “Contesta, por favor… ¡Caro!, ¡abre la puerta de tu casa!” Al llegar al segundo piso, corrí hasta la puerta entreabierta. Pasé y cerré sin hacer ruido. Carolina me miraba severa, los brazos cruzados sobre el pecho. “¿En qué lío os habéis metido? Primero Alfredo y ahora tú…Pasó recién. También muy apurado. Me dejó esto para ti” El paquete esperaba abierto sobre la mesa.

Elena Gómez 8. Corrí escaleras abajo mientras una bala salía de su arma dispuesta a alcanzarme. Después oí un ruido sordo: se había abalanzado sobre el detective en un intento de ayudarme, mientras me gritaba que corriera y que no mirara hacia atrás. Durante mi huída una sonrisa se dibujó en mi cara: al fin y al cabo, a pesar de nuestros silencios y distanciamientos, me seguía amando. Sólo llegué a alcanzar escuchar un nuevo disparo.

Pedro Antonio Muñoz Jimenez · 8 - Bajé las escaleras devorando peldaños a una velocidad irreal. Dicen que el miedo a veces saca partido a todo nuestro potencial , y me lo creo, porque yo estaba realmente aterrada. Al salir, las calles se habían llenado de una masa ingente de personas. Yo que siempre había odiado cualquier tipo de folclore me sentí aliviada al recordar que esa tarde había encierro y , por tanto, confusión para perderme en el. Un coche rojo y nada discreto me echó las luces y tocó el claxon aparatosamente. La mujer de su interior bajo la ventanilla y me grito apremiada "! Sube!"

Cristine Pizan 8. Me metí en el primer lugar que encontré; la tienda de Yasmina. Estaba cambiándome la blusa en el probador cuando sentí vibrar el bolsillo del pantalón. El muy pardillo me citaba: "Búscame en G." Con la respiración todavía agitada decidí tomarlo con calma. Volví a vestirme. Escuché. Nada. Sin Molina en la costa. Quince minutos después estaba en el sótano de la galería Rojo y Negro, donde mi muy amado hablaba de ampolletas de campeones conservadas en nitrógeno. De hablarme en chino lo hubiera entendido mejor. "Mujer, a diez mil euros la pajilla." ¿Por qué tanta paja escondida?
Mónica García Picos · 8. Corrí escaleras abajo y sin luz, con tan mala suerte que tropecé con un objeto que voló los otros tres pisos hasta el último descansillo. Lo recogí: era “el paquete” y mi suerte tomó su revancha. La puerta estaba cerrada, rompí el cristal de una patada -vaya, lo que es la adrenalina – pase la mano y presioné todos los timbres a una vez. Algún despistado abrió la puerta desde su piso sin preguntar por quién. Me lancé fuera y tres calles más abajo y detrás de un contenedor de basura lo abrí. En medio de un nido de virutas de madera había una tarjeta de memoria, una llave y una foto: era Molina.

Rosa Montero 9. No puede ser, pensé con angustia: ha vuelto a recaer. Recordé los antipsicóticos que compré en la farmacia y que olvidé sobre la mesa: ¿cuánto tiempo llevaría Fred sin medicarse? Cuando estaba mal, siempre engañaba. Hubo otras crisis, antes. Predicó el fin del mundo y creyó enfrentarse a una vasta conjura. Pero en todas las alucinaciones había una llave: era el objeto mágico que abría la puerta de sus delirios. Y, sin embargo, me dije esperanzada, esta vez quizá fuera otra cosa. Esta vez había algo real: la presencia de Molina. Miré la foto: ese edificio del fondo, ¿no era el psiquiátrico?

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #10

Cris Paz Elias · Cinco años tardé en encontrar a Fred, en cumplir la promesa que le hice a su hermano Blas antes de morir. Mis caóticas pesquisas me habían llevado hace ya un año al Hospital de Salud Mental del Pas donde ingresó con una crisis paranoide severa, según el doctor Neck, quien desaconsejó, taxativamente, su alta voluntaria y mi idea de cuidarle. Fred vivía según la máxima estalinista “confía pero sospecha”, aunque siempre lo achaqué a su constante manía persecutoria. Ahora alguien le buscaba y yo me sentía ante el abismo de la duda y el miedo a lo desconocido. Fred tenía secretos. Fred era un secreto.

Maria Hernandez · 10. Por detrás de la foto había escrito un nombre y una fecha: Doctor Alexander Mendieta especialista en Psiquiatría. Febrero, 1995. “No podía ser, aquel no era el Doctor Mendieta, era el detective Molina…o ¿no?...Febrero 1995 fue justo cuando Alfredo empezó a tener sus ‘alucinaciones’-pensé. Todo era muy extraño, necesitaba un ordenador para ver lo que la tarjeta de memoria contenía..y ¿esa llave? ¿Que demonios abriría?. En ese momento escuché unas pisadas. - Gatita, gatita, sal de tu escondite. Es un callejón sin salida no puedes escapar- dijo Molina con tono burlón

Esther Calvo · 10. Esperé tras el contenedor hasta ver una luz verde. Creo que el pobre taxista pensó que era una fugada arrepentida cuando di la dirección y vio mi cara descompuesta. Ya dentro, intenté meter la tarjeta en mi móvil, agradeciendo mi manía de llevarlo siempre apretujado en los vaqueros. Tras un par de intentos, salió un sugestivo “Tarjeta SD lista, pulse OK para ver contenido”. Abrí el primer archivo y una foto mal encuadrada apareció. El taxi paró en ese momento. Pagué con un billete perdido en un bolsillo y casi salté fuera para recuperar el aire que la visión de la foto me había quitado.

Ángel Fondo · 10. Como la noche ya se avecinaba me dirigí hacia la rambla buscando protección en su bullicio, los arboles parecían acecharme con su leve balanceo. Volví a mirar la fotografía mientras acariciaba la abrupta forma de llave y rescaté de la memoria a sus personajes obsesivos. Siempre dijo que su pasado había que recuperarlo tras esa puerta cerrada. Cuando me hablaba de aquellos a los que el llamaba “la puta maga” y “el faraón” quedaba a merced de sus historias. Durante un tiempo le creí, luego los acontecimientos rompieron mis esquemas. Ahora, de nuevo dudaba.

Antonio López Romerales · 10. Tenía que controlar la situación, ordenar mis ideas, serenarme... Pensé donde podría encontrarle, en quién podía confiar ahora, donde acudir. Caminé deprisa mientras guardaba en una sucia bolsa de plástico el contenido del paquete y notando como me temblaban aún las manos. Moncho, un amigo de la facultad, vivía cerca. Podría mirar el contenido del usb y averiguar algo mas. Llamaría al bar donde se esconde de mi.

Lilith Paris · Reconocí de inmediato el edificio estrecho de tres pisos, fachada de cal y buhardillas, en las goteras de la ciudad, las ventanas de madera como casas de paloma, que el sol no alcanzaba; un oscuro y permanente exilio invernal. Recordé la primera y última visita a ese lugar, su madre me acompañó a regañadientes, a pesar de ser una mujer circunspecta, se comportó extraña y preguntó a Fred en cinco oportunidades, -¿El ha estado pendiente de la atención y de tus medicinas?-, Jamás me atreví a cuestionarlo acerca de éste episodio, Florence, asi se llamaba su madre, me prohibió volverme a acercar allí.

Lusca Fusca · 10. Esa foto daba un sentido real a aquel paquete, pero ¿qué relación tenía Molina con nuestro pasaporte para la vida que siempre soñamos?, como dijo Fred. Era el momento de considerar que lejos de ser una de las fantasías de Fred, Molina formaba parte de su vida real, de esa vida que después de dos años de relación yo desconocía. Recordé que Marta, una antigua amiga del instituto, estaba preparando su tesis sobre el suicidio. Ella era la única excusa para entrar en el psiquiátrico sin ser familiar de un paciente y tratar de obtener algún dato que me orientase en este caos en el que estaba involucrada.

Pilar Fresnillo · 10. Morfeo pidió a Neo que escogiera entre una píldora roja o una azul. A mí Fred nunca me daba a elegir. Delirio o real, tenía que encontrarlo antes de que la chafara del todo. Los Cybercafé siempre me habían inspirado un sentimiento de desconfianza. A saber cuántos microbios se acumulan en esos teclados mugrientos. Ahora era yo la que estaba sentada ante uno de ellos y miraba hipnotizada como un chorro de ventanas se abría ante mí. Todas contenían fotos. Un Molina a pantalla completa me miraba desde el ordenador. “Vaya, se ve que tenemos amigos comunes”, soltó una voz a mis espaldas.

Sandra Castellanos · 10. No, no era. La foto despertaba un recuerdo e intentaba desesperadamente ubicarlo. Mi mente en ese momento se asemejaba a la estación central en hora punta. Miles de pensamientos corriendo ciegamente, chocando unos con los otros, para tomar su tren a tiempo. Algunos perdían el tren, y se quedaban divagando inevitablemente, llenándome de desasosiego. No sé cuánto tiempo estuve mirando la foto. El hedor se hacía insoportable e innumerables moscas ponían huevos en mi pelo, cuando lo vi: Molina, sonriendo con su dentadura completa. Había desaparecido poco antes de la primera crisis.

Lorena Schuster Varela · 10. Las noches de angustiosa búsqueda eran ya cosa del pasado. Él mismo llamaría en unas horas, como si nada. En eso, al menos, era previsible. Volver a casa no era una opción. La oficina no estaba lejos. Podía incluso adelantar algo de trabajo... Al sentarme en mi escritorio, me acordé. Introduje la tarjeta y se abrió un archivo. Un documento simple." HYPNOS 3000 versus Placebo. Mayo a Septiembre, 2010". A la izquierda, un listado de nombres y números; a la derecha, distintos valores en miligramos. Siguiente página: Efectos Adversos. Me interrumpió el teléfono.

Daniel Mena · ¡Claro, aquel era el psiquiátrico! ¿Estos dos pertenecen a la misma "clase"? pensé más en broma que en serio, con ganas de reírme de algo. Las ventanas enrejadas que se lucían detrás de Molina me devolvieron a la época de las visitas, a las tensas tardes que me pasaba en el patio, rodeándolo cientos, miles de veces, oyendo el cepillo de tus pies arrastrándose, llevando del brazo tu mente cegada por las pastillas. Pero esta vez podía ser que tuvieras razón; Molina y su arma eran muy reales, tanto como el paquete que acababa de destripar.

La Vivi Herrera · 10.Entré al bar, pedí café.Lo necesitaba.Así como diferenciar la evidencia de la alucinación. La llave, Molina y el psiquiátrico eran reales, después de todo fue ahí donde lo conocí, cuando su futuro prometedor de psiquiatra lo precedía, hasta que...No importaba ahora. Lo que importaba era la llave, la tarjeta y Molina, pero ¿qué diablos pintaba él? Entonces todo calzó. La llave, ese “objeto de poder” del que hablan los estudiosos de los sueños como Fred, no era una metáfora sino pura realidad

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #11

Pedro Antonio Muñoz Jimenez · 11-La minúscula tarjeta de memoria se deslizaba entre mis dedos como queriendo escapar. Si a Newton lo iluminó una manzana, mi manzana se iluminó literalmente y me lanzó destellos desde el portátil de un chico sentado al fondo del bar. Treinta euros y un par de sonrisas bastaron para convencerlo. Una vez insertada la memoria ésta hizo honor a su nombre recordándome días no tan buenos. En su interior; historiales de pacientes con el membrete del psiquiátrico y fotografías antiguas con mas contenido clínico que revelador. No obstante, una llamó mi atención poderosamente; Fred y Molina que posaban en un despacho, sonreían satisfechos. Y lo más extraño, de la muñeca de Molina colgaba una llave idéntica a la mía, sólo que ésta era dorada

Andrés Vicente Navarrete 11. Por su aspecto podría ser de un arcón, una alacena o sabe Dios. Pero, ¿y la tarjeta? Al fondo del bar un joven tecleaba su ordenador. Le abordé con mi mejor sonrisa, “Perdona, ¿me harías un favor?, necesito consultar esta tarjeta”. Se quedó desconcertado pero aceptó. Accedí al contenido, sólo un archivo. Lo abrí y ante mis ojos apareció un listado con nombres y apellidos, números de seis dígitos y a la derecha una fecha. Conté veintidós líneas. “Solo un minuto”, supliqué al chico mientras abría un buscador y escribía el primer nombre de la lista. ¡No puede ser!, exclamé al ver los resultados.

Sandra Castellanos · 11. Logré deducir dos datos más: 1. Molina era paciente del instituto. 2. La foto era de la época en que Fred fue sancionado. Tuve la certeza de que todo esto tenía que ver con aquellos “experimentos” que el comité determinó ilícitos y de los que él nunca quiso hablar. La vibración del celular me sacó de mi concentración. Debí reprimir un grito cuando vi el número: La llamada venía de la casa! Al mismo tiempo, una pelea se desató en el bar, y me impidió contestar. Cuando logré zafarme, el teléfono ya había dejado de sonar. Me quedé mirando el aparato para ver si dejaban mensaje. Nada. ¿Qué hacer ahora?

La Vivi Herrera · 11.Había escuchado la historia muchas veces: El Evangelio según Molina. Álex Molina (el detective no podía ser otro que su hermano). Sucedió hace cuatro años, el humor cambiante de Fred ya era vox populi en el hospital. Tampoco le ayudaba llevar el mismo traje cada día, sin embargo al internarse Álex, más joven de lo que aparentaba y acosado por delirios mesiánicos, sólo confió en él, y cuando Fred le preguntó que qué abría la llave que llevaba colgando al cuello, el hombre respondió: La Salvación.

Antonio López Romerales · Pedí al simpático barman que me dejara utilizar el mugriento ordenador del rincón. Un euro diez minutos: suficiente. La tarjeta contenía cuatro fotos medio borrosas. En todas aparecía un hombre entrado en años, delgado, calvo, sentado en bata en una silla y mirando fijamente por la ventana. Seguro que era una sala del hospital. Retiré la tarjeta e impulsivamente entré en mi cuenta “feisbuq”... ¡Había un mensaje de Fred! Me pareció tan increíble como redentor. En fin: me esperaba en casa Moncho. Contesté: “Tengo el paquete. Vengo hacia aquí”.

Téxil Gardey · 11) Ignoraba que abría, pero recordé lo que Fred me contó una vez de su padre, sus abusos de poder y los secretos de la enorme casa de la infancia; entonces había pensado en Barba Azul, ahora lo hacía más. Abrí la tarjeta de memoria. Fotos viejas, recortes de diarios, muertes imprevistas y todas cosas muy antiguas... y de pronto, una lista con nombres. ¡Tenía que descubrir quienes eran!

Lusca Fusca 11. Observé la llave, como si efectivamente fuese la que nos conduciría “a la nueva vida que siempre soñamos”, como me había dicho Fred tres semanas atrás. Aquellas palabras golpeaban en mi cabeza una y otra vez y ahora empezaban a tener sentido. No parecía ser la llave de una puerta común. Era muy pequeña, con un dibujo de dientes complejo y un número grabado minuciosamente con un punzón o algo similar en la cabeza de la llave: 2710M. Parecía de una caja fuerte, o de un buzón, o quizá podría corresponder a una de las taquillas del vestuario del psiquiátrico, pero ¿qué significaba ese número?

Lorena Schuster Varela Hacía más de diez años, y aún lo recordaba con tanta claridad que me dolía... Envié mi currículum a varias clínicas. Ellos contestaron primero. " Adelante, señorita..."- revisó sus papeles- " Di Marco...". "Laura", dije, en un susurro. Extendió su mano, y todo, toda yo, mi tiempo, mis sentidos, latían en mis palmas...Jamás podría soltarlo. Mientras recordaba, como una autómata, pagué el café, me subí a un taxi y di la dirección. Necesitaba amortiguar mi soledad. Alguna contención que ponga freno al huracán en mi cabeza. Un cable a tierra. Necesitaba a mi hermano. Y a su computadora.

Leticia Rivillas · 11. Nunca debimos participar en aquel proyecto, jamás terminaría aquella pesadilla. Después del maldito incidente, hacía ya diez años, pensaba que todo habría acabado para siempre, pero esa llave venía a confirmar mis peores temores, Riquelme seguía vivo y nos había localizado. Mi cerebro procesaba a toda velocidad, estaba claro que Molina era su esbirro, pero ¿nos buscaba a nosotros o perseguía el prototipo? No podía entender por qué Fred no me había contado nada, al fin y al cabo mi vida también estaba en juego, aunque quizá ya no le importaba. Tenía que encontrarle. Y yo, sabía dónde buscar.

Pilar Fresnillo · 11. Primero fueron comentarios desubicados, luego los ataques de ira y los „es que no entendéis nada“, para terminar con el adusto „dejadme tranquilo de una vez“ . En los cada vez más escasos momentos de lucidez, era consciente de que había cruzado la frontera. „Se me ha ido de las manos, Marlene. Me tienes que ayudar, tú eres mi única llave de retorno a la realidad“. Ahora éramos dos las llaves. Todo fuera que ya hubiera pasado el punto de no retorno… Piensa, Marlene, piensa, quizás la llave es la clave? M. J. ya había demostrado su buen criterio en crisis anteriores, me puse en camino hacia su casa.
Mónica García Picos · 11.La prueba más evidente era Molina. Existía una llave, que podría abrir alguno de los mundos de Fred. Siempre fue insondable y ahora más. Volví a mirar la foto. Molina llevaba una bata blanca. Aquel edificio medieval bordado de torretas y salpicado de torneras era el psiquiátrico de Conxo. La guardé. Un hombre se acercó y sentó frente de mí: era Molina. Esta vez no me apuntaba con una pistola, sino con su mirada de psicodélicas tinieblas “Usted tiene el paquete”, afirmó. Sacó una llave. La apoyó sobre la mesa. Idéntica. Eran dos las llaves. “Una sin la otra no abren el paraíso”, sentenció.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #12

La Vivi Herrera · 12. -Y usted tiene una respuesta- me enfrenté, enseñando la foto. No mencioné la tarjeta, las tripas me indicaron que era mi carta bajo la manga y que no era el momento de jugarla. Ahora sólo el instinto me guiaría, convencida de que en este juego quien usara la razón terminaría perdiéndola... Como Fred, como Molina que acercaba esos ojos de distinto color uno del otro hacia mi -Hasta hoy no sabía quién era Gutiérrez, pero sabía que era mi hermano de misión. Nunca pensé que me traicionaría.

Sandra Castellanos · 12. Usamos el computador del bar. La tarjeta contenía un único archivo, “Megiddo”, protegido por contraseña. Molina colocó su llave contra la luz, y unos garabatos se revelaron en la superficie. Instintivamente uní mi llave a la otra. Como esperaba, los garabatos se convirtieron en nítidos caracteres. Nada inteligible, pensé. Molina, transformado por la excitación, comenzaba a teclear la clave, cuando una duda terrible me asaltó: “Ese maldito paquete”, había dicho Fred. ¿A qué clase de paraíso me disponía a entrar? “¡Un momento!” grité, retirando mi llave. “¿Por qué ha huido Alfredo?”.

Mónica García Picos · 12. La sangre me bajó a los pies. “Nos vamos a Conxo”, dijo Molina. Lo seguí. Cuando tomé conciencia estábamos camino a Lugo. Encendió su laptop. “Dame ya la tarjeta”, forzó. Le di la tarjeta. Conectó. En la pantalla, entre cientos de archivos saltó una foto de Fred. Aún lo amaba. En sus manos alzaba un dossier con los dedos puestos en V. Molina avanzó. Un video. Fred estaba delante de un nutrido auditorio: “Este es el fin del sufrimiento”, anunciaba en medio de un sórdido aplauso. “Me haré célebre y rico”, gritó Molina. Silencio. “Detrás de cámara y del guión, siempre he estado yo”, y guardó la tarjeta.

Silvina Alfonso · 12. “¡No sé de qué me habla, lárguese o comienzo a gritar!” Dije, mientras la camarera se acercaba con el café. Y en ese instante, me di cuenta y quedé paralizada a su merced. En esa memoria, estaba mi historia clínica… Sentí desfallecer, no hacía falta que la abriera. Fred me ayudó a huir arruinando su futuro… y el pasado volvía a golpear otra vez. De nada servían las llaves sin mí; ahora todo cerraba, sus silencios, sus delirios psicóticos con respecto a mi familia. Todo era una gran mentira, yo solo era su salvoconducto. Molina tomó mi mano y dijo suavemente. “Dame la llave, no seas estúpida”

Pedro Antonio Muñoz Jimenez · 12 Mis ojos buscaron la salida de una forma inconsciente aunque cada vez más profesional, me estaba acostumbrando a huir. Molina, o quién diablos fuese, cambió el semblante hacia una mueca de forzada amabilidad y cogiéndome la mano dijo: "Disculpe el numerito de la pistola, pero Alfredo siempre ha sido más receptivo ante las grandes puestas en escena. Nada que usted no sepa, ¿verdad?" añadió con mirada cómplice. "Se lo explicaremos todo en su momento. Ahora lo único que debe saber es que su amigo es muy peligroso y que usted es un objetivo" La desconfianza brotó de forma escandalosa en mi cara, no lo podía evitar. El me miró fijamente y añadió:” ¿No tiene a veces la sensación de que alguien piensa por usted?”

Téxil Gardey · 12) ¡Lo sabía! Había estado frente a mí y no había sido capaz de descubrirlo. La familia de Fred, ese sótano secreto en la casa de campo, su ida de pupilo a una escuela de monjes dominicanos, el violento "suicidio" de su hermana y su imprevista huida de aquella casa. Ahora todo encajaba. Pensando en eso irrisorio de la vida que permite que seres extraños nos conozcan y entiendan mejor que los "nuestros", me puse en camino para ayudar a Fred.

Cris Paz Elias · 12.- El silencio se hizo denso, pero miles de interrogantes provocaban un ruido ensordecedor dentro de mí. Tenía que escoger las palabras adecuadas antes de dirigirme a Molina, desviar su atención y ganar tiempo para pensar. Sin apartar mis ojos de su ridículo sombrero dije “le sentaba mejor la bata que la pistola”. Sorprendido, apartó la vista hacia las llaves diciendo “su amigo sabe cosas que le ponen en peligro, pero si colabora conmigo le ayudaré”. Seguí callada invitándole a continuar hablando, “¿nunca le contó lo de sus marcas?”. Sentí la presencia de Fred, antes de ver su sombra en la pared.

Lorena Schuster Varela “¿Cuál es el trato?”, pregunté, atenta al revólver, que aún asomaba sobre el cinturón… “ Simple. Me das la llave y el número de la caja de seguridad…y te aseguro que no volverán a saber de mí” Se supone que yo sabía qué era lo que Fred guardaba, y dónde…Me atravesó una ráfaga de odio. ¿Cómo pudo ocultarme tanto? Molina no mencionó ninguna tarjeta de memoria. Eso debía ser cosa de Fred. Aún la sostenía en la mano. Fingí acariciar nerviosamente mi colgante de fantasía, y, en un acto de casi prestidigitación, dejé que cayera en mi regazo. Con la mano libre, la escondí en el bolsillo.

Cecilia Montero · 12. ¿Sabìa usted que Alfredo es sospechoso del asesinato de varias mujeres de la calle? dijo Molina. La pregunta me cayó como un balde de agua fría. Eso era inverosimil ¡yo no podía estar involucrada con un asesino serial! Pensaba que este tipo tenía complejo de detective y una imaginación desbordada cuando todo se desvaneciò a mi alrededor. Al recuperar el sentido tenía yo una gran venda en la cabeza y me encontraba en el hospital. A mi lado se encontraba Fredy. Me sonrió y me dijo "tenemos que hablar".

Adelaida Navas López "una sin la otra no abren el paraíso", repetí en voz alta, y entonces recordé la odisea en Florencia con Fred, su obsesión por Miguel Ángel y la vehemencia de sus palabras cuando hablaba de aquel manuscrito inacabado de un tal Ghiberti. Recobré la consciencia, y como si acabara de salir del Antro de Trofonio, respondí: -Quizás el paraíso deba esperar. Me terminé el café y a cada sorbo sentía como mi vida se perdía en aquella taza.

Magda Calderón · 12. Aguanté la respiración, pensando qué decirle. Fijé mis ojos en él; quería que se diera cuenta que no le temía. De pronto, a su espalda, vi abrirse la puerta del bar. Era Fred. Tuve el impulso de salir corriendo hacia él y juntos, evadir la persecución de Molina, que a estas alturas, ya habría deducido, por mi silencio, que sabía más de lo que aparentaba. Pero algo en la mirada de Fred me dejó petrificada. Había odio y violencia en sus ojos, como en los peores tiempos de sus desvaríos. Molina siguió mi mirada y al ver a Fred, se puso en pie. “Dígame de una vez por todas dónde está el cuerpo”, dijo.

Andrés Vicente Navarrete 12.1 Molina irradiaba un mal presagio, aunque su realidad suponía que Fred no alucinaba. Pero había más evidencias: en público no me había detenido y me hablaba con reserva, eso quería decir que de policía nada de nada. Sopesé levantarme, gritar y salir corriendo; ni de coña, este toro hay que agarrarlo por los cuernos, sobre todo si esta en juego el paraíso. “Usted dirá”, le invité venciendo el miedo y afectando la mirada. “La puerta que abren esas llaves nos conduce al trasfondo de la mente –contestó-, ¿está segura de que quiere traspasarla?” Entonces temí ser yo la que estuviera alucinando.

Lusca Fusca12. ¿Qué quiere decir con el paraíso? ¿Qué relación tiene usted con Fred? Molina clavó su mirada en las llaves mientras yo, en un acto reflejo, guardé la tarjeta en el bolsillo. “Somos hermanos. El paraíso es la clave de la curación de la esquizofrenia que padece. Durante cinco años estuvimos investigando su enfermedad. Era nuestra obsesión. Experimentábamos con su mente. Significaba su curación. Un día desapareció. Tenemos la patente en el laboratorio del psiquiátrico pero la caja donde está guardada sólo abre con estas llaves. Tiene que volver al psiquiátrico. Ayúdeme a encontrarlo”.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #13

Andrés Vicente Navarrete 13. Nunca me habló de un hermano, nada extraño, cuántos otros secretos guardaría su pasado. El malévolo Molina se había convertido en un arcángel, el mal y el bien no son más que dos caras de lo mismo. Vamos a buscarle, sé dónde encontrarlo. Allí estaba, donde se refugiaba cuando la realidad se le hacía insoportable, cuando veía en cada rostro una amenaza, en cada decisión un abismo; acodado sobre la barra, el gesto hundido, entre drogadictos y putas de mirada lánguida y pómulos caídos. Molina se quedó atrás, a unos pasos, yo apoyé mi cuerpo sobre el suyo y le acaricié la espalda. Vámonos Fred, le dije

Miguel Morea 13.La idea de que Molina y Fred eran hermanos, me chirriaba. Como poco. Fred unido fraternalmente a aquella pantomima de Colombo, anclado a una enfermedad mental y desaparecido de mi vida. El psiquiátrico como un paraíso, nuestro perseguidor como la salvación, y esa puta foto con un Molina sonriente...tras el escalofrío, levante la cabeza y luche contra sus ojos, mientras me maldecía por no haberme fijado hasta ahora en esa silueta en la ventana del psiquiátrico detrás del destartalado detective

Lusca Fusca 13. ¿Por qué que debo creerle? Detective, psiquiatra y hermano de Fred, ¡esto es una locura! Escúcheme bien. Usted decidirá si quiere tener una vida normal con Fred o que su enfermedad empeore. Yo sólo deseo que mi hermano esté bien y que nuestra madre pueda morir tranquila. Se levantó, extendió su mano, me entregó un papel con su número de teléfono y se marchó. Mi mirada se perdió con sus pasos. ¿A quién creer? Molina era un desconocido, un intruso, pero Fred vivía entre dos mundos y profetizaba disparates. ¿Y si era verdad lo de su curación? ¡La tarjeta! Me levanté como una exhalación y regresé a casa

Cris Paz Elias · 13.-Supe que Molina mentía porque no me miraba, también supe que no eran hermanos y que incluso no se conocían, pero algo en su discurso estaba dentro de lo probable, quizás habían experimentado con su mente, de ahí las lagunas oscuras en su memoria y vacuidad de su mirada cuando pensaba. Estaba claro que Fred no podía regresar a aquel infierno. Mientras yo divagaba, Molina me observaba como abstraído y sin que ninguno nos diésemos cuenta, Fred se había ido acercando sigilosamente. Ambos nos sobresaltamos cuando le oímos decir “Déjala en paz y vayamos a ver al profesor Simon Roshental."

Pilar Fresnillo · 13.Una de cada cien personas son muchas personas y dinero en juego. El proyecto se había tratado con máxima confidencialidad. Solo familiares directos estaban al tanto, incluyendo hermanos pero no amantes. El equipo aisló células de la piel de cuatro pacientes. Utilizando técnicas de reprogramación las convirtieron en células iPS, que se pueden transformar en cualquier tipo celular, y las cultivaron para „fabricar“ neuronas. Sólo quedaba sustituir neuronas enfermas por sanas. Según Molina, no contaron con las contraindicaciones, había que encontrar a Fred cuanto antes. Yo le creí.

Cecilia Montero · 13. Pensé que eran meros artilugios. ¿Molina y Fred hermanos? Increíble. Había una incongruencia. Cuando este tipo llegó al apartamento preguntó quién era Alfredo Gutierrez. Siendo hermanos, lo habría reconocido ¿o no? En ese momento sonó mi celular. “Soy yo, es muy importante que no le digas a nadie de mi. Ten mucho cuidado. Te marco después”. Molina me arrebató el teléfono. “Era él verdad”, adivinó. Diciendo esto pagó la cuenta y me empujó hacia afuera. “O colabora conmigo o yo me encargo de que su marido se entere de cómo lo ha estado engañando”. Me quedé helada y perdí todos mis colores.

Mónica García Picos · 13. Era imposible. Eloísa me lo hubiera contado. Tenía más cuento que callejas. Le seguí la historia, como a los locos. Si con las llaves le bastaba, ¿para qué quería a Fred en el psiquiátrico? Era su salvoconducto. A Fred debía encontrarlo yo sola y no junto a este matón inestable. Necesitaba hacerme con la otra llave. Se acercó el camarero a cobrar y mientras Molina contaba monedas, deslice mi mano en su bolsillo. Le dije que quería ir al baño. Asintió. “Te estaré vigilando”, susurró. Al minuto estaba corriendo calle abajo con las dos llaves en mi mano, sobre mi galopante corazón: el paraíso.

Silvina Alfonso · 13. “¿Y usted piensa que yo le voy a creer semejante patraña? Primero que todo, lo mínimo que merezco es una explicación de su parte. ¿Por quién me ha tomado? ¡Hace un rato me estaba apuntando con un arma y ahora pretende que lo ayude!” Le dije en el tono más enérgico que encontré. “Va a tener que poner las cartas sobre la mesa, si pretende algo de mí” y guardé rápidamente la llave en mi escote. Parece que era un día de valentías, todas las que no tuve antes, cuando debí defender a Fred…

La Vivi Herrera · 13.No sabía qué creer, pero era evidente que Fred estaba en apuros y que Molina me ayudaría a encontrarlo. Salimos del bar y traté de establecer una conversación inocente para saber cuánto sabía de él. Sentí un golpe al ego y al centro mismo del corazón cuando me di cuenta que conocía más detalles tanto de la vida como del trastorno esquizoide de Fred, como que ser el primero en su clase había gatillado la paranoia al creer que estaban dispuesto a matarlo con tal de tomar su beca en psiquiatría.

Sandra Castellanos · 13. ¿Cómo conservar la cordura ante la promesa del paraíso? “Debe estar en el café de Claude, en San Marcos” Solté de inmediato. “Suele refugiarse allí cuando la vida se le hace difícil de llevar.” Agregué inútilmente. Molina, que ya no oía, me arrastró con él hasta el sitio. Desde afuera alcancé a ver la espalda encorvada, las manos entrelazadas en la nuca: la posición desesperada que tan bien conocía. “¡Eres una Traidora!” me repetía, mientras seguía mansamente a Molina. Al vernos entrar, una mezcla de odio y pavor invadió el rostro de Fred. “¿Al menos leíste el archivo, antes de entregarme?”.

Ignacio Alonso · 13. “¿Hermanos? Fred nunca me ha hablado de hermanos”, afirmé. Podría, sin embargo, ser cierto, pensé. Tras la muerte de sus padres en aquel extraño accidente Fred había preferido no solucionar los asuntos de la cuantiosa herencia. No creí que fuera algo urgente siendo hijo único, pero, ¿y ahora? La existencia de un hermano que lo tenía por esquizofrénico lo cambiaba todo. ¡Eso era! ¡El testamento nunca encontrado estaba custodiado bajo aquellas dos llaves! Tenía que hacerme con él. Sin pensarlo dos veces arranqué a Molina la llave que había dejado sobre la mesa y salí disparada del bar..

Lorena Schuster Varela 13. Negué con la cabeza. “Imaginé que no resultaría fácil…”. Torció el gesto y suspiró resignado. Al instante me sentí terriblemente agotada… Un cosquilleo en los labios. Un gusto metálico, como de sangre. Alcancé a abrir la boca, pero no pude emitir sonido alguno. El peso del bar y del mundo sobre los hombros… El café… Pero, ¿en qué momento…? “Vaya… Rápido y efectivo. Como decía el prospecto…”, sonreía Molina. “¿Acaso son todos idiotas?”, quise gritar…Pero claro, nadie quería ni mirar al hombre que arrastraba a su novia borracha hasta el auto “Espero que seas un buen señuelo…"

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #14

Lusca Fusca 14. Abrí los ojos. Me incorporé con dificultad. Tenía frío. Un espacio oscuro, tan sólo iluminado por un haz de luz que entraba a través de la cerradura de la puerta. Estaba aterrorizada. Oí una voz al otro lado: “Lucía está en el paraíso. Tú decides”. De repente, silencio. Escuché un golpe y sonido de llaves. La poca luz que ent...raba por la cerradura se apagó. Se abrió la puerta. Era Molina. “No es nada personal. Encajas, eso es todo. No dejas rastro personal. Nuestra madre fue la primera y tú serás la segunda… a pesar de Fred”. Colocó un vaso de agua turbia en mi mano y dijo: “bebe”

Mónica García Picos · 14. Me desperté sobre una cama de hospital: Conxo. Un ventanuco oscuro frente de mí y debajo una mesilla. Sobre ella un grueso libro. A mi pie izquierdo, abrazado, un grillete del que pendía una cadena con el largo justo para llegar hasta el retrete y el libro. Llevaba una bata blanca. Molina tenía en su poder todo lo que presuntamente representaba “el paraíso”. Cuando estaba por abrir aquel libraco de tapas de cuero roído, la puerta se abrió y tras un puntapié apareció Fred a mis pies. Bajo el dintel, Molina: “Otra vez todos juntos. Ya tenemos la pieza que faltaba”, se giró y dio un portazo.

Lorena Schuster Varela 14. Fred permanecía escondido, atento a la inesperada pareja… Cuando el auto se alejaba, se acercó… Casi chocó en la puerta con el camarero… “¿La señorita que salió…?”-preguntó Fred-. “¿La conoce?” .Alfredo asintió. “Se olvidó esto… Parece importante…” Al parecer, en un último momento de lucidez me deshice de la tarjeta… Cuando desperté, no tuve necesidad de abrir los ojos… El olor del lugar estaba impregnado en mi memoria. Sala de enfermería. Hospital psiquiátrico. Demasiados años trabajando allí. “Y ahora…” -amenazó Molina- “llamarás a Alfredo y le pedirás que venga”

Cristine Pizan 14. Desperté amarrada a una cama. La enfermera me preguntó el nombre, grité: “Me raptaron, suélteme”. Caí de nuevo en el sueño. Molina llegó a la noche embutido en una bata blanca. “Tienes que acompañarme, si gritas, te advierto que volverás a dormir” Prometí enmudecer. Desabrochó las agarraderas de los brazos. “¿Consiguió la patente?”. “Por supuesto, te debo dar las gracias”. Atravesamos varios pasillos, saludaban. Afuera hacía frío. Nos paramos ante un extraño epitafio: «We fade away like flowers in the sun. We just begin and now our work is done» “¿Qué hacemos aquí?” Comencé a temblar.

Maria Hernandez · 14. Cuando desperté estaba tendida sobre las losas duras y frías de una reducida habitación en penumbra. En lo alto había un ventanuco tan pequeño que el nombre le venía grande. Pero por él se filtraba la luz del atardecer…”¿o era amanecer?” No sabía cuanto tiempo llevaba dormida. Sentía un hormigueo recorriendo los dedos de los pies y de las manos...los podía mover..con lentitud me palpé el bolsillo..Ahí estaba la tarjeta de memoria..Molina no parecía conocer su existencia Voces..Oía voces, Molina y alguien más se acercaban a la habitación en la que me encontraba…

Cecilia Montero · 14. Salía de una interminable noche oscura. Sentía que mi ser languidecía. Me aferraba a la vida. Poco a poco retorné de mi extravío. En mis delirios oía a Fred y ronroneaba en mi cabeza la frase "ya sé lo que vamos a hacer con ese maldito paquete". Estaba custodiada en el hospital por la policía. Me había desplomado en la puerta del bar. Molina había desaparecido con las llaves. La tarjeta de memoría permanecía en mi poder. Atontada como estaba dije la verdad, o lo que yo creía que era la verdad. Me había precipitado y ya era demasiado tarde, la agente ya estaba ingresando la tarjeta en una computadora.

Sandra Castellanos · 14. Me despertó un cosquilleo en la frente. Intenté rascarme pero no pude mover el brazo. Estaba amarrada a la silla por las muñecas, y en vez de mi ropa llevaba una bata verde manzana. Reconocí las paredes blancuzcas: era la sala de tratamientos de Conxo. Entonces reviví todo como una película en reversa: el bar, Molina, la llave, la foto, Fred. Ubiqué a Molina en un rincón, de bruces sobre la mesa mezclando pócimas. “¿Te asusté?” me susurró Alfredo. “Bien hecho, Pedrito. Llevaba meses intentando convencerla.” Sonriendo, insertó la tarjeta en el PC “Prepárate a expandir tus horizontes, bonita.”.

Pilar Fresnillo · 14. Los manicomios no destacan por su barroquismo; hay que evitar estímulos que alteren la calma artificial de los pacientes. Aparte de una sed extrema no desperté mal. La puerta estaba entreabierta..., los pasillos vacíos. Mil veces había recorrido esas estancias, me encaminé a la salida. El eco de unos pasos me sobresaltó, entré en la primera puerta que vi abierta. Un ordenador encendido parecía esperarme. Palpé la tarjeta en mi bolsillo. La voz de Molina sonó a través del intercomunicador. “Yo no lo haría. Cuanto más sepa, más me va a costar dejarla salir ilesa”. No hice caso y metí la tarjeta.

Andrés Vicente Navarrete 14. “¡Un momento! … se olvida el cambio”, era un camarero que llegaba resoplando. “Da igual, quédeselo de propina”, “es que me dio cincuenta … me parece demasiado”, “pues deme la vuelta y muchas gracias?”. “¿Qué le ha pasado?, hace un momento estaba perfectamente”, “se ha mareado, y métase en sus asuntos”, “oiga, con respeto, encima que uno es honrado”. Yo le estaba pidiendo socorro con los ojos. “¿Qué le pasa a la señorita?, parece que quiere hablar”. “¡Que se largue, cojones!”. “Oiga no me grite, imbécil, le digo que esta chica me quiere decir algo, además yo la conozco, esta es la novia del Fredy”.
Aanima Wayra · 14) Mi cuerpo no respondía a las órdenes del cerebro, estaba más estático que un ancla. Molina me subió a un auto que más parecía carroza fúnebre. De mis bolsillos, sacó la llave y la tarjeta, como que ese fue siempre su objetivo “Al fin, ahora falta agarrar al traidor ese” escuché mientras la escopolamina me llevaba a los brazos de Morfeo. Desperté en una especie de laboratorio; en la pared contigua al pasillo, donde se escuchaban unos gritos desgarradores, estaba la foto de Fred, solo que esta vez no tenía bata blanca, sino otro uniforme. Se me acercó Molina con papel y lápiz, y dijo: “Anota lo siguiente”

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #15

Lorena Schuster Varela 15. Me dictaba, sin emoción alguna: “Hace años que estoy muriendo. Víctima de una culpa tan profunda que ha llegado a malgastar mis latidos. No puedo soportar…” “Nadie va a creerlo…”-interrumpí. “Eso será tema de discusión… en tu funeral…” Mientras hablaba, sin cambiar un ápice su expresión, sin un destello de locura (y eso fue lo que me... asustó), apoyó el revólver en mi sien… Nunca pensé que tan poco metal fuese capaz de tanto frío… “Eras enfermera entonces. Sólo tengo que culparte de haber usado drogas experimentales… en los pacientes y en el personal” Fred… por eso enfermaste… Amor…

Cecilia Montero · 15.Terminó de dictarme y amenazó “si quieres volver a ver a Fred y seguir viva tienes que hacerlo”. Me sentí acorralada. Sacó un cuchillo de carnicero y lo puso en mi garganta. En ese momento oi que los alaridos se volvían aun más aterradores, espeluznantes. “Tú chillarás más fuerte si no empiezas a hacer las llamadas que te indiqué”. Entonces un sujeto entró, desnudo, salpicado su cuerpo de granate. “Lástima, no resistió, era un individuo clínicamente interesante”, declaró. Molina me acercó el teléfono y ordenó “márcale ahora”. Aterrada tomé el aparato y le marqué a Fred.

Lilith Paris · 15. “...Después de ocho años las llaves se juntan, para que el secreto mejor guardado, sea revelado. Ahora mi esfuerzo tendrá valía, seré gratificado, reconocido. Tengo a mi merced el instrumento capaz de desencadenar tu esquizofrenia. Será en punto de las 13:00 horas, el momento único, ni un segundo más. Sabrás reconocer señales en esta misiva; espero expectante”. Las manos torpes doblaron el papel en varias partes, se alejó atropellado, fulminante, por el pasaje lumínico que el efecto de la escopolamina me construía. En medio del hiriente destello, pude ver cómo Molina entregaba la nota a un enfermero. ¿Sabía dónde encontrarlo?

Cristine Pizan 15. “JMR- 1976, INT” “Cinco puertas a la derecha, hay un archivo audiovisual, dales esa nota. Necesito atender algunos pacientes.” ¿Cómo estaba tan seguro de que no me iba a escapar? Estuve en Conxo con la excusa de una tesis doctoral, jamás vi este sótano. La investigación fue en realidad para indagar sobre mi hermano pequeño desaparecido por la policía secreta entre…estas paredes? ¿Estaba en el siquiátrico o en otro lugar? En la pantalla, Fred, treinta años más joven, inyectaba a Julio --aquel idealista que se quedó para siempre en sus dieciocho años-- y luego…se me escapó un grito.

Silvina Alfonso · 15. Yo estaba atada y amordazada, imposible cumplir con lo que me pedía. A continuación, Molina comenzó a reír a carcajadas, reía frenéticamente, no podía parar. Entonces te vi, estabas sentado en un rincón, sosteniendo tu cabeza hacia abajo, como si no quisieras ver…verme. Molina que ya se había calmado, te dijo “¡Éramos como hermanos hasta que me traicionaste como una miserable rata!” Y tú en tono monocorde sentenciaste “Jamás tuviste decencia, acabemos con esta farsa, dime qué más quieres” Y yo atada, mientras discutían… ¿Qué había en la maldita tarjeta? Y zafé una mano, sin que vieran.

Cris Paz Elias · 15.- “Fred necesito verte. Te espero a las cinco en la Alameda.” Acabé de copiar como una buena alumna de dictado. “Firma”, ordenó, como si aquel formalismo hiciese más veraz el contenido de la nota. Me incorporé para fijar mi atención en aquella foto que acabó por desconcertarme ¿Qué hacía Fred vestido de oficial de la Wehrmacht?: No podía ser él, la foto era antigua aunque su perfil era idéntico. Luego visualicé rápidamente la habitación, lúgubre, húmeda, y en una de sus esquinas ondeaba una bandera con la esvástica. “Acuéstate”, dijo Molina mientras tensaba la cuerda con la que me ataría…

Mónica García Picos · 15.Me dio un bofetón y dictó. "Yo, Lucía Ferrer, casada en régimen de bienes gananciales con Alfredo Gutiérrez, renuncio a todo derecho que resulte de la investigación del Dr. Molina y del Gral. Gutiérrez. El proyecto, en período investigación, es de carácter partic...ular y apoyado por la financiación privada.” “Firma”, susurró. Los gritos llegaban al recinto asépticamente sepulcral. Recordé aquella incandescente escena blanca de Odisea 2001. Apareció Fred, con gesto distante. Parecía otra persona. Tenía una sonrisa mecánica. En su mano relucía un anillo con una esvástica y una jeringa.

Lusca Fusca- 15. "Fred. Estoy dispuesta a participar. Haré lo que sea por estar contigo” ¡Basta!, exclamé. ¿Qué quieres de mí? Los gritos al otro lado seguían produciéndose y yo traté de fingir una entereza que no tenía. Molina me miró desafiante y dijo: Todo depende de Fred. Él decidirá por ti. Tengo las llaves, el código en la tarjeta, las cobayas, sólo falta él… y tú, digamos que eres la anécdota. Nadie se interpondrá en mi ruta. Si no escribes esa nota, te puedo asegurar que lo que te espera no tiene nada que ver con el paraíso, al menos no con el que tú sueñas con mi hermanito. No tenía opción. Cogí el lápiz y escribí.

Sandra Castellanos · 15. Sólo entonces noté la presencia del gorila al lado mío, que se dispuso a escribir juiciosamente lo que se le dictaba: "Juan García, Alfredo Gutiérrez..." Fueron ocho nombres en total. "La lista está completa.” Dijo al final Molina, y luego, dirigiéndose a mí: “¿Has oído de la operación Merlín?” Negué con la cabeza. “Veintitrés individuos participaron en ella. Esta información es clasificada, claro, pero contigo no importa” Al oír esto recorrí el cuarto con los ojos, y vi en un rincón las tenazas y los cables: Era obvio que moriría allí. “¡Ahora ocho imbéciles ponen en peligro el secreto!”.

Rafa Povo · 15. Cogí el lápiz y cuando me disponía a escribir sobre el block que Molina me ofrecía, me di cuenta de que no era un lápiz. Era un hueso tallado, ensangrentado, con restos de carne aún pegados. La mano empezó a temblarme con terribles espasmos. Solté aquel espantoso lápiz-hueso que salió despedido salpicando un líquido viscoso, muy oscuro, con coágulos. Gritaba pero no podía oir mis propios gritos. Molina ya no estaba allí. Ahora era Fred quien me miraba distante, como si aquello no fuera con él. Evidentemente estaba siendo presa de una alucinación. Pero una muy buena, como una superproducción.
Esther Calvo 15. “No… puedo…mis manos...”. Molina me sonrió, “Nena, sólo estás confusa, obedece y Fred vendrá a por ti y todo terminará”. Los gritos continuaban y tenía la impresión de que, con cada uno, una aguja entraba a través de la piel hasta mi cerebro. “Escribe: Fred, lo tengo…”. Para mi sorpresa, cogí el lápiz con fuerza y empecé a garabatear. ”Estoy en el antiguo despacho…”. Chillido, aguja. Dolía, pero parecía que trataban de recordarme algo, avisarme… “Ven”. Aguja… “Espera, tu no sabes… ¿cómo le harás llegar mi nota?”. Molina soltó una risilla nerviosa: “No has podido leer la tarjeta ¿verdad?”.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #16

Mónica García Picos 16. “No, claro”, gruñí. Me sentí levitar sobre la cama. Newton mintió. Los gritos se tornaron en risas. No eran de felicidad, sino de locura. Golpes sordos. Paredes acolchadas. Al lado sonaba un teléfono y algunas voces apagadas. Alguien contestó: “¡Sí Gral. Gutiérrez! Y cortó con un golpe. Tocaron a la puerta. Molina abrió. Un tipo de ojos saltones y boca desdentada traía una nota: “Mensaje del Gral.”, dijo y se fue. La leyó. “Levántate”, ordenó. Estrujó mi nota y la lanzó al retrete. “En diez minutos debemos estar en el quirófano”, musitó. “¿Qué?”, grité. Sacó la tarjeta y lanzó: “Al paraíso”.

Cristine Pizan 16. El dolor me noqueó. Desperté en la oscuridad. Fred con uniforme, con bata. En una ocasión dijo que su padre era antropólogo. Creció en una casa abarrotada de huesos. Yo me reía cuando se deleitaba en narrar historias espeluznantes en la cama: “Cuéntame un cuento”. Y se extendía en una saga de torturas, sangre, vísceras, cráneos con marcas. Remataba sentencioso: “El ser humano es un depredador sofisticado”. En otro cuento era historiador, había rescatado cadáveres momificados de los cementerios para estudiarlos y dejarlos de adorno en su salón. Molina encendió la luz, venía acompañado.

Marta Ribes 16. Insertó la tarjeta y volvió la pantalla hacia mí. Un niño de pelo sucio posaba en un jardín nevado, una chaqueta raída y botos camperos, junto a él un hombre con espesa barba y un poncho. Se sucedieron varias fotos del niño con notas al margen, salida día 123, tratamiento alternativo...-No fue difícil convencer a mi madre, Molina parecía ausente, Fredy era “raro”, el doctor Martínez prometió un milagro, pero no fue así, culparon del incendio del 76 a un cigarrillo en un colchón, pero aquella noche, con la vista clavada en el cielo naranja, supe que toda mi vida estaría unida a la suya.

Lorena Schuster Varela 16. “Volverá por la llave…”-se acercó. El olor gastado de tabaco húmedo-“Hablamos de mucho dinero. Alfredo continuaba la investigación del viejo Dr Gutiérrez… Su orgulloso padre… avergonzado y esquivo padre para mí…en fin… La tarjeta contiene el documento necesario para aprobar la patente del mejor antipsicótico jamás usado. Seremos asquerosamente ricos.” “Seremos…” “Mi hermano y yo. Juró compensarme por años de indiferencia…Mintió” Un nudo de rencor lo retorcía de la garganta al alma, sin tregua, como los eternos gritos de los psiquiátricos. El Bastardo. Sentí lástima por él.

Sandra Castellanos 16. Sin esperar mi respuesta, insertó la tarjeta en un proyector. Frente a mí apareció un quirófano. Una enfermera le afeitaba la cabeza a Fred y en seguida comenzaba la cirugía. La expresión de desesperado dolor en la pantalla encajaba exactamente con los gritos que venían del corredor. Tras una maniobra del cirujano, Fred se convertía en un muñeco de trapo. Aterrada, vi como le extraían parte del cerebro y la remplazaban con algo que ya tenían preparado. “Basta digitalizar la nota y enviarla al dispositivo.” Dijo Molina, blandiendo la llave. “Él pensara que está teniendo una de sus ‘visiones’”.

Silvina Alfonso 16. “¡Eres tonta!” dijo, quitándome el papel. Me dejó sola, no reaccioné, volvió… Otro pinchazo. Dolor, transpiración helada. Tomó las tijeras. “¡Ay, no, no!” rasuró encima de mi frente…”Vamos, chiquita, quieta, será una pequeña incisión, habrá tiempo para que te crezca el cabello” ya no hubo brusquedad, comenzó a contarme, eran colegas y compartían una investigación científica, se les fue de las manos… Fred huyó con ese microchip inserto en su cerebro. Pinchazo, bisturí. Volé, volé, quería quitarme las hormigas…Voces, gritos... silencio. Un susurro, “Perdón...”.

Lilith Paris 16- No, respondí. –Esta delgada placa es el pasaporte a la voluntad del ser humano, Fred lo sabe, reconoce su valor científico, decidió ser el prototipo, pero desapareció para perjuicio mutuo, culminar el proyecto nos convertiría en precursores de un método que la comunidad científica ha investigado durante años, sin éxito alguno-. Una ráfaga de sensatez me invadió, Molina me estaba embaucando con una historia absurda ¿Un sensor cerebral para implantar y convertir a los humanos en títeres, creado en un siquiátrico que estaba a leguas de ser una estación cibernética de avanzada? Sonreí sarcásticamente. De manera imprudente, un matón camuflado de enfermero irrumpió –Tenía usted razón, aún se encuentra en su piso- , Molina lo perforó con la mirada.

Pedro Antonio Muñoz Jimenez 16-Negué con la cabeza mientras sujetaba mi corazón con el puño."No suelo dar explicaciones. Tus enemigos no las creen y tus amigos no las necesitan. No obstante, nadie debería morir en la absoluta ignorancia, observa" Molina sacó su tablet del maletín y me enseñó la pantalla. Un mapa mundial iluminó mi rostro."¿Ves esos puntos azules tan juntos? somos tú y yo. Ese de allí en rojo es Alfredo. Recuperadas las claves de acceso al programa de la tarjeta, como comprenderás, Alfredo no tiene ninguna oportunidad. Pero tiene que saber que estas aquí, de lo contrario podría olvidar el código para tu reinicio”

Andrés Vicente Navarrete 16. “Pero tú no te preocupes que eso es cosa mía”. Me quitó el papel y lo repasó malévolo y satisfecho, ajeno a un alarido cercano que se ahogó en un llanto; otro pinchazo, éste más hondo. Se marchó y cerró por fuera. Yo seguía envuelta en una nube de sensaciones hostiles, la boca seca y la cabeza recibiendo martillazos. Tenía que salir y avisar a Fred, y hacerlo rápido, pero ¿cómo? En un cajón encontré un destornillador; diez minutos después había desmontado las bisagras de la puerta. Me puse una bata blanca y me encaminé muerta de miedo hacia la claridad mortecina que asomaba al fondo del pasillo.

Aanima Wayra 16). Con cada grito de esas almas en pena, empezaba a dudar, ¿estaba en el Hades, o en un laboratorio? Sin recordar bien lo que escribí por efectos de la droga, volví a recobrar la conciencia, horas después. Ahora no habían gritos, pero existía una calma terrorífica incluso superior al griterío, me incorporé y entre los cajones de ese despacho encontré la tarjeta, habían varios códigos y cosas que no entendí pero un titulo que decía “Proyecto Cadáver Exquisito” en el pasillo se escucharon unos disparos, al asomarme, un charco de sangre acompañaba el cadáver de Molina, y parado a su lado, estaba Fred

La Vivi Herrera 16. –La tarjeta no dice nada-intenté engañarlo.Pese a todo deseaba demostrarle que aún tenía una cuota de poder en aquella desfavorable situación –Es un puto placebo, como toda su intentona por curar a Fred ¡Nunca ha tenido la Respuesta, Molina, si es así como se llama! Funcionó.Se sentó y continuó su con su risita.Entendí que así era él. Había desechado su personaje. –Eres igual a mi madre, a la doctora Pérez, a todas las mujeres: “No tienes la respuesta”, “te equivocaste”-dijo fingiendo la voz.
Lusca Fusca 16. Se retiró y cerró la puerta. Regresó con un netbook, me enseñó la tarjeta, ¿la reconoces? La conectó y dijo: Lee. Bienvenida a tu historial. Mi hermanito ha hecho un buen trabajo. Lástima que se haya echado atrás. No puedo permitir dos meses sin datos. Cuando empecé a leer, sentí que toda mi vida se desvanecía al antojo de dos obsesos. Descripciones minuciosas de sustancias que desconocía y que se suponía que había estado ingiriendo. Martes y viernes. Desde enero, cuando decidí irme a vivir con Fred, hasta mayo. Martes y viernes, Fred abría una botella de vino y me servia una copa. Empecé a llorar.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #17

Mónica García Picos 17. Eran los mejores días de la semana con él. El “paraíso”. Sólo un par de copas de vino y nos despersonalizábamos extracorpóreamente. Era cuando mejor podía escribir. El, tumbado en el sofá creía abarcar el universo. Yo, me escurría al despacho a exorcizar demonios. Entonces sonaban "Mon coeur s'ouvre a ta voix " por la Callas o “Non, je ne regrette rien” por la Piaf. Fue a principios de mayo que descubrí una tarjeta en el ordenador. Sólo llegue a leer “Técnicas de Lobectomía”, y unos gráficos. Una mano familiar tapó mi boca y me arrancó de mi letargo. Tomó mi cabeza hacia sus ojos azules. Era Fred.

Pacta Sunt Servanda 17. Mis párpados se cerraban. Constituía un gran esfuerzo mantenerme despierta, pero no podía, no debía quedarme dormida. Tenía que estar vigilante, a la espera del mínimo descuido para fugarme de ese tétrico lugar donde estaba retenida. Los gritos que se escuchaban taladraban mi cerebro. Iban poco a poco ganando en intensidad. Todo aquello era insoportable. ¡Sádicos crueles, carentes del mínimo Código Deontológico!. Las lágrimas inundaron mi rostro antes de caer en un profundo letargo. No sé cuantas horas transcurrieron hasta que volví a despertar, pero cuando lo hice, nunca olvidaré lo que encontré. ¡Bienvenida al infierno!.

Cris Paz Elias 17.Las lágrimas cegaron mis ojos justo cuando entró Fred, aunque me sobresalté cuando le oí decir “¿me buscabas?”. Molina ni si inmutó.“Tu estúpido juego de escapismo me ha hecho perder tiempo y sabes que necesito tener todos los datos antes de las dos. Él no soporta los imprevistos”. Fred se acercó a mí.. Su olor me hizo evocar los momentos a su lado pero su mirada vacía me llevó a una espiral de vértigo y horror. “Tranquila princesa, pronto acabaremos con esto “, dijo. No sé como llegó ese bisturí a mi mano derecha ni sé tampoco cómo conseguí atravesar el muslo de un Molina tan pálido como soprendido. ***

Lilith Paris 17. Amaba nuestra cotidianidad, aunque en ocasiones, amenazaba en convertirse en un eterno “Dia de la Marmota”; sentía los días fotocopiados al lado de fred, solo nos sacaban de la rutina sus súbitas fugas al estudio, el portazo que se convertía en pasaje a su “mundo secreto”, eran viajes de 24 hasta 48 horas, al principio me ponía el corazón en la boca, luego la fuerza de la costumbre. No eran episodios contínuos, digamos que uno por mes, entonces salía, ya sabía de memoria su libreto: -Todas las personas tenemos derecho a una vida secreta, tu, yo, la portera, todos, es un espacio propio, un paréntesis, que no merece explicaciones-. Quien lo hubiera dicho, su oscura “vida secreta”, tenía memoria gráfica.

Lorena Schuster Varela 17. Las lágrimas de la traición son especialmente crueles. A medida que los ojos se empañan, el presente se desmigaja, y el pasado cobra en la memoria una nitidez inusitada… Evocaba cada instante junto a él, buscando esas señales de advertencia que ningún enamorado puede ver. Miraba sin escuchar a Molina (no era ese su nombre… más mentiras…) Relataba algo acerca de sujetos sanos para la prueba y evaluación de efectos secundarios. Trataba de prestarle atención… Y entonces lo vi. Se acercó sin un ruido, pistola en mano… Un golpe seco… “Vamos amor… Rápido…no tardará en despertar…La llave…”

Sandra Castellanos 17. Mientras saboreaba las lagrimas, me di cuenta de la futilidad de todo lo que había creído importante. Por más que intentaba no podía conectar los puntos. Lo máximo que lograba armar era una macabra mueca que se me burlaba en la cara. No interesaba. Sólo quedaba mi cuerpo que se negaba a ser aniquilado, mi mente que se rehusaba a ser manipulada como un trozo de plastilina. Debía tomar el control. A pesar de todo, las lagrimas no habían sido mala idea. El pequeño mequetrefe claramente necesitaba jactarse de lo que era tal vez el único éxito de su vida. Esa era mi ventaja. “¿Que vas a hacer conmigo?”.

Lusca Fusca 17. “Considérate una afortunada, Lucía. Formas parte de una investigación que puede salvar la vida de otras personas, empezando por las nuestras. Estabas en el lugar preciso y en el momento adecuado y mi hermanito, he de decir, que ha hecho una buena elección. Nadie te echará de menos en caso de que nuestro estudio sufra “ciertas alteraciones”. Me ausentaré un par horas, pero te dejaré algo que esclarecerá tus dudas". Molina trajo una carpeta y se marchó. La abrí y empecé a leer: Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, hereditaria, contagiosa, degenerativa, mortal… Perdí la visión y me desmayé.

La Vivi Herrera 17. Me explicó que al no tener noticias de Fred le envió el paquete a su antigua dirección con una de las llaves como un gesto de confianza pero con la tarjeta para demostrarle que había sistematizado los reportes diarios. La foto no era más que una negra humorada para que acusara recibo del remitente. De ahí la crisis paranoide, de ahí la escena de Molina haciendo la caricatura de policía, de ahí yo, la conejillo de indias, presa de mi captor que ahora se felicitaba por haber subsanado a punta de shock la debilidad de Gutiérrez. Cogió la nota y cuando abrió la puerta vislumbré una silueta. Era Fred.

Marta Ribes 17. Tienes que entenderlo, las oportunidades como esta sólo se dan una vez en la vida, eras perfecta para lo que necesitábamos, tu trastorno, tu sumisión, lo amabas y eso era fundamental para nuestros planes, sólo hubo que empujarte , un poco de fenciclidina, un ambiente adecuado, y voilá nuestra Foliée Simultaneé. Llevábamos años investigando en mi hermano, su trastorno psicótico, pero debíamos llegar más allá, conseguir que compartiera su delirio y, sobre todo, controlar cómo provocarlo y detenerlo a nuestro antojo….nombramos a nuestro mágico objeto paraíso.

Silvina Alfonso 17. Cerré el doc., me sentí estúpida. Había otro, “PERDONAME”, lo abrí. “Bel, si estás leyendo esto, es que todo salió mal, aunque no lo creas, te amo…Tuyo por siempre…Fred.” Molina detrás mío dijo, “Tengo que encontrarlo, temo que se quite la vida y más allá de todo, es mi hermano.” Siguió, “Hace un mes suspendió el experimento y quiso venderme su llave y esta tarjeta; luego supe que como buen traidor estaba en trato con un laboratorio interesado en la fórmula.” Mi cabeza estallaba, “Pero le faltaba mi llave para acceder al resto de documentación.” Lo miré…”Sí, lo encontré primero yo a él...”

Antonio López Romerales 17. Se agolpaban las ideas queriendo entrar en mi cabeza. Me hundía en el lago oscuro y sin aire de las incongruencias perdonadas, comprendiendo, uno a uno, todos los momentos inconexos y divisando entre el agua turbia de mis lágrimas la luz con las respuestas esperadas. Toqué fondo. Una insólita fuerza tensó mis piernas y la rabia se agarró a algo descuidado en mi mano. La ira me catapultó a un instante sin recuerdo: había clavado el lápiz en su ojo derecho y se retorcía desconcertado aplastando la sangre con las manos. Agarré el portátil sin pensar y lo destrocé en su cabeza. Un molino menos!

Cristine Pizan 17. Dejó de ser cariñoso. Pasaba largos periodos aletargado en la cama negándose a probar bocado. Alegaba cambiar su vida con ayunos de solo agua durante 21 días. En esos periodos no tomaba sus medicamentos. Amaba tanto a ese esperpento de hombre. El alma de Fred era el tablero de un extraño juego de ajedrez entre el bien y el mal. En el fondo era bueno. Un investigador algo chafado. “Mira, dejó el experimento. Me quiere. Nos amamos. Tenemos algo que no pueden cambiar las drogas”. Sonrió. “¿Estás tan segura? El enamoramiento, una emulsión de endorfinas, es fácil de de provocar y ...eliminar.”

Andrés Vicente Navarrete 17. “¿Por qué yo?”, pregunté. “Mitad azar, mitad selección –respondió ufano–. Dabas el perfil: mujer sola y sin trabajo, neurótica y tan estúpida como para enamorarte del primer farsante que te hiciera ojitos. Pero me equivoqué –se lamentó-, cazaste al cazador y todo se fue al garete”. De pronto calló y mudó el semblante, aflojó la corbata y contorsionó el cuello. La frente se le perló y comenzó a sudar como un cerdo. Descompuesto, miró a la tarjeta y a los dedos con los que la había tocado. “Hijo de puta”, balbuceó, y se desplomó al suelo. Me quedé atónita. Sobre la mesa descansaban las dos llaves.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #18

La Vivi Herrera 18. Las tomé por acto reflejo junto a la bata blanca que colgaba en la puerta. Un respiro y afuera. Mis piernas temblaban, los efectos de los pinchazos eran la peor resaca que podía recordar, tenía la vista nublada, pero mi ansia de libertad era mayor. Eso y encontrar a Fred… Necesitaba escucharlo de su boca. Seguí las líneas de colores del suelo del pasillo hasta que se bifurcaron: “Sigue el camino amarillo”, me dije y, efectivamente tomé la salida. En la portería un imberbe uniformado me hizo una venia. La repetí y sonreí. Las puertas se abrieron como las de un gran oráculo que me respondía: “Conxo”.

Pilar Fresnillo 18.Ojos inyectados en sangre, un hilo de espuma cayendo de la comisura de los labios. No me molesté en mirar si le quedaba pulso, me había hecho demasiado daño. Rebusqué en sus bolsillos: una libreta fue el botín. La junté conlas llaves y abrí con cuidado la puerta. Imposible saber de cuál de aquellas celdas cerradas seguían saliendo esos gritos desgarrados, por suerte los pasillos estaban vacíos. Una bocanada de aire fresco me devolvió al mundo exterior. Oí el ruido del motor con el tiempo suficiente para esconderme tras un matorral. Un coche paró frente a la puerta. Fred. No supe si reír o temblar.

Mónica García Picos 18. Con la precisión de pulso cirujano tomé la tarjeta y la guardé en su funda. Segundo secreto desbaratado. Agarré las llaves. Me asomé al pasillo, tenía una puerta a cada costado y una tercera al final. El pasillo contaba con tres troneras que oficiaban de ventanucos. No había luz. ¿Cuál sería la salida? La mía estaba en mis manos. Arriesgué con la puerta a mi izquierda. Cerrada. Miré las llaves. Forcejeé. Nada. Fui a la de la derecha. Igual. Fui a la tercera. A dos pasos, la puerta se abrió. Una silueta de hombre en un uniforme y recortada a contraluz, me tomó de las muñecas y pasé. La puerta se cerró.

Angelina Perdomo Cabrera 18. No me lo pensé ni un segundo, cogí las dos llaves, las metí en un bolsillo de mi chaqueta. Mi primera idea fue intentar huir despavorida y ponerme a buen recaudo. Mientras, por mi mente, pasaban un sinfín de abigarrados sentimientos : miedo, decepción, ilusión, esperanza....Logré sobreponerme a ellos. La puerta del laboratorio no estaba cerrada con llave, como conocía el edificio por mis anteriores internamientos, salí de él con una tranquilidad pasmosa, sin llamar la atención de nadie. Una vez en la calle, en mi mente repiqueteaba continuamente: Fred, al fin y al cabo, me quiere, me quiere, me quiere..

Cristine Pizan 18. “Cianuro”, pensé, en El nombre de la rosa, los monjes caían al piso al tocar el libro. Podía ser algún otro veneno permeable a la piel. Pero, ¿por qué a mí no me había hecho ni cosquillas? Bajé de la mesa. Fred abrió la puerta acompañado de dos tipos, venían los tres con uniforme militar. Irreconocible. Parecía su gemelo apócrifo. “Ella es nuestro espécimen, hasta ahora sigue enamorada como una viuda negra del ratoncito perdido.” ¿Quién es usted?” Grité .Me agarraron por los dos brazos, y me inyectó algo. Caí en un sopor consciente. “Ahora, señorita, va a llamar a Fred y…”

Marta Ribes 18.-Casi a rastras me acerqué a la mesa y metí las llaves en el bolsillo, inexplicablemente sabía lo que debía hacer, lo veía claro como un mapa en mi mente, abrí la puerta con precaución y salí al pasillo, subí a toda prisa la escalera del fondo, avancé por un nuevo pasillo oscuro hasta la puerta de madera, marqué con precisión la clave de entrada y empuje con suavidad el cuadro de la pared, allí brillante y solícita me esperaba la caja dorada de dos llaves. – Sabía que podías hacerlo- Fred apareció tras de mi en la oscuridad y… sentí cómo me desvanecía en sus brazos.

Maria Hernandez 18. Sin dudar un momento cogí las llaves e intenté salir corriendo de la habitación Mis piernas pesaban como si en lugar de sangre tuviera cemento en mis venas, eran los efectos de la droga, que aunque se iban disipando todavía estaban haciendo de las suyas en mi cuerpo. Con movimiento elefantinos me acerqué a la puerta, era como la pesadilla en la que intentas correr con todas tus fuerzas pero por alguna inexplicable razón no avanzas. Por fin llegué al pasillo, mi curiosidad pudo más que mi instinto de supervivencia y me acerqué a duras penas a la puerta de donde salían los gritos.

Andrés Vicente Navarrete 18. Un impulso instintivo dirigió mis ojos asombrados a las dos ranuras de una vieja caja fuerte. “La una sin la otra …”, recordé. Probé con una llave y la cerradura obedeció; la segunda abrió con la misma suavidad. En su interior encontré un maletín que guardaba un dineral en billetes de quinientos: el paraíso de Molina y el pasaporte del que había hablado Fred. No lo pensé dos veces, eché al bolso el dinero, la foto y la tarjeta, cerré la caja y salí de allí zumbando. Unas angostas escaleras me llevaron a una puerta lateral del edificio. Caía hermosa la tarde, pero yo me sentía como un trapo.

Lorena Schuster Varela 18. El laboratorio… ojalá fuese cierto…corrí con cuerpo y alma, llaves en mano. Una caja… ¿Dónde estaba? Entonces recordé… Días antes, sorprendí a Fred velando mi sueño. “Tu paz es contagiosa…por fortuna para mí. Eres un cuadro de Gaughin.” No tenía sentido entonces…pero allí estaba la lámina. Al descorrerla, las llaves encajaron perfectamente en la caja de seguridad de la pared. Documentos. La patente. Dinero. Mucho. Suficiente como para dudar… Fred escondía el paquete para protegerme… ¿o después de Molina caería yo? Alguien se acercaba. Demasiado tarde para huir por donde entré…

Lusca Fusca 18. Tardé un tiempo en reaccionar. Me incorporé como si el roce con cualquier cosa pudiese matarme. Abrí la puerta, ayudándome de mi camisa. Al salir de aquella claustrofóbica habitación, comprobé que estaba en una especie de laboratorio. Me asomé por la única ventana abierta y reconocí que estaba en el antiguo hospital universitario, pendiente de derribo. Busqué algo adecuado para proteger mis manos. En un cajón encontré guantes de látex. Volví al netbook, conseguí entrar en Internet y consultar mi correo. Tenía un mensaje de Fred: “Coge las llaves. Escalera de emergencia, sexta planta”.

Silvina Alfonso 18. Las tomé. Con cuidado puse la tarjeta en su funda y supe que no podía confiar en Fred… Que no lo había cazado. ¿En manos de quien había estado este tiempo? ¿Cuál era su propósito real? No sé cómo hice, pero en 5 minutos estaba alejándome de Conxo, sin dinero… y lo peor, sin saber a dónde ir, solo con la certeza que acababa de salvar mi vida y que tenía que hacer todo lo posible para encontrar la puerta que abrían esas dos llaves… Entonces supe que no me podía ir y volví sobre mis pies, conocía perfectamente este lugar y sabía dónde esconderme, por lo menos hasta aclarar las ideas.
Sandra Castellanos 18. Las tomé instintivamente y salí. Dos gorilas me cerraban el paso. “El doctor…” balbuceé. Les bastó ver a Molina tendido en el suelo, con los labios azules, para olvidarse de mí. Me tambaleé por un pasillo estrecho y oscuro. De un lado y de otro me alcanzaban los gritos. “Por acá”, me susurró una voz (¿Fred?). A mi izquierda se abría un corredor diminuto, que terminaba en un resplandor. ¿Soñaba? Nunca sabré cuáles de las cosas que viví fueron reales y cuáles producto de mi imaginación exaltada por las drogas. Llegué al final. Una puertecilla destellaba ante mí, cerrada por dos grandes candados.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #19
Lorena Schuster Varela 19. En un destello de lucidez, acerqué una silla a la pared y abrí el ventanuco del pasillo; eso despistaría a esas dos bestias. Volví sobre mis pasos. Los candados cedieron. La sala aparecía iluminada por una gran pantalla dividida en una suerte de monitores de seguridad. Una celda en cada imagen. En la primera, Molina, aún en el piso. El resto…no parecían seres humanos…Dios… ¿que estaban haciendo con esa gente? Sobre la mesa, café, cigarrillos y una pila de carpetas. Una de ellas abierta... “delirios complejos…agresividad… componente paranoide…” Temblando, miré la tapa… “Rosas, Andrea”

Sandra Castellanos 19. Al abrir la puerta, tuve la sensación de estar entrando en una colmena. Incontables individuos, idénticos a primera vista, se movían de un lado para otro, sin siquiera notar mi presencia. En condiciones precarias y con una sonrisa en la boca, realizaban las labores más arduas. Los contemplaba atónita, cuando un calor familiar se posó sobre mi hombro. “Extirpamos todo deseo de esas mentes. Ahí donde los ves, esos miserables son más felices que tu y yo”. Me volví, aterrada. Fred me devolvía la misma sonrisa burlona de otros días. “No todos responden igual. Hay unas cabecitas más duras que otras”.

Antonio López Romerales 19. Un rostro esquelético con claros ojos vidriosos asomaba a contraluz por la estrecha mirilla - ayúdeme, se lo ruego! – dijo con voz ronca. El corazón me dio un vuelco, ¡no podía ser cierto! Con una mugrienta barba y desgreñado allí estaba, como un pálido cadáver extraviado: ¡Era mi padre! ¡Vivo! Nunca aclaramos su desaparición y dejamos de buscarle hacía años, justamente cuando Fred... y entonces, por la ventanilla opuesta de la celda, el flash del sol surgente dio sentido a todo: ¡La clave era el! Pero. ¿porqué? Solo era un simple camarero de un hotel del centro... ¡Claro! El Congreso.

Marta Ribes 19.- Metí cada llave en su candado y empujé. En el interior la cama deshecha junto a la ventana, los libros llenos de polvo en la estantería, las paredes húmedas, difusos recuerdos, me volví hacia la puerta pero Fred la cerró tras de sí –lo miré sin moverme- no temas, no te haré daño…sabía que mi hermano no me perdonaría, que nos vigilaba, somos su experimento, su prueba de éxito, por eso le enviaba esos informes, necesitaba tiempo, por eso te di esas pastillas, si conseguía que no recordaras tendríamos una oportunidad, pero nos encontró, tuve que eliminarlo, sus hombres nos buscarán – ¿Sus hombres?

Andrés Vicente Navarrete 19. Abrí la puerta y me deslumbró un flash lechoso. Ante mis ojos decenas de cuerpos famélicos reposaban sobre camillas de acero dispuestas con milimétrica precisión: eran cobayas hibernando. Oí pasos a mi espalda; supe que era Fred. “¿Esta es la nueva vida que me reservabas?”, musité con desgana. “Lo siento, Marta, creí que se habían olvidado de mí y me equivoqué ... Quería denunciar esta locura y te utilicé para ganarme la confianza de mi hermano; nunca debí hacerlo. Pero cuando tuve que elegir te elegí a ti ... La caja era un seguro de vida, y nuestro futuro estaba a miles de kilómetros de aquí”.

Mónica García Picos 19. Dos llaves, dos candados. Inexpugnables. Las guardé. El resplandor me atravesaba. La puerta se abrió. A contraluz, una sombra me ofreció su mano, dulcemente familiar como entonces. ¿Cuándo fue entonces? La infantil voz se alejó. Sirvió dos copas de vino: “Aquí me diagnosticaron una esquizofrenia paranoide. Solución: lobectomizar. Molina no es mi hermano, es psiquiatra”, suspiró Fred, “el paraíso eres tú”. Desde la nada busqué un porqué en sus ojos. “Tú y yo somos hermanos. Necesito tu cerebro.” Me desvanecí aplastada por la densa noticia. Dos gorilas. Otro pasillo. El quirófano.

Silvina Alfonso 19. Y una voz de mujer que me decía, “Ven, Rosalía, ven, no tengas miedo, hija”. La luz era fulgurante…Casi no podía abrir los ojos. La pequeña puerta se abrió apenas la toqué, no hicieron falta las llaves. ¿Qué lugar era ese?… Estaba lúcida, solo que no veía bien por el reflejo y el cansancio. …Y esa voz que repetía mi nombre… ¡Sí, sí! ¡Era ella! Mi madre, madre querida… Qué alivio… ¡Por Dios!... me dejé llevar, estaba en buenas manos… aunque ese no fuera mi nombre, sentí que había llegado a casa.

Cris Paz Elias 19.-No dudé, las llaves me llevarían al otro lado. Entendí porque Molina había hablado del paraíso. El silencio era blando y la luz cálida, mis pies parecían no tocar el suelo, como si al andar flotase. Me costó centrar mi atención en otra cosa que no fuesen mis sensaciones. Dos hileras de lo que parecían cápsulas de criogenia se sucedían a lo largo de la habitación. ¡Lo había visto tantas veces en el cine! Tan asombroso me parecía aquello que no me asusté cuando descubrí a Fred al fondo de la estancia, quieto, tranquilo, como si me estuviese esperando, como si fuese normal que yo estuviese allí.
La Vivi Herrera 19.Me sentía una Alicia que había caído por el agujero de la locura frente a esa puerta, las dos llaves y los dos candados que parecían gritar “ábreme”. Lo hice y como si fuera un parto me di a luz en la sala resplandeciente dejando en el cordón umbilical todo rastro de sensatez. Llamé a Fred a viva voz y entonces apareció ante mi un sujeto calvo y pequeño. Era la voz que me había socorrido en el pasillo. -¿Fred? ¿Es que todavía no lo entiendes? Veo que el tratamiento de Sierra, o Molina como lo conoces, fue en verdad efectivo. Fred no existe, bonita, nunca ha existido más que acá- y golpeó con su índice mi sien.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #20
Silvina Alfonso 20. Lo espanté como a una mosca y se alejó con gesto de enfado. Me di cuenta en el acto que era un interno, un don nadie. Sonreí, ya me estaba recuperando. En ese momento se abrió la puerta, acto reflejo, me escondí detrás. Escuché a Fred que hablaba por el móvil, en voz alta, como si nada. “Sí, lo entiendo, es una situación inaceptable, ya le explicaré” y cuando creí que pasaba de largo, me vio. No tenía escapatoria y en este ¿juego? el era mano, pero no pude más, la rabia me sobrepasó y me lancé sobre él, puñetazo más puñetazo, patada, llanto, ronquido, quejido, me deshice en sus brazos, no importó más nada.

Sandra Castellanos 20. Mostrándome un trozo de papel, añadió: “He aquí tu Fred” “Es un anti psicótico”, dije. Un remedo de sonrisa surgió en su cara mientras negaba con la cabeza. “Verás, linda: a veces el único modo de tolerar la realidad, es huyendo de ella. Por desgracia, cada vez más pacientes lo necesitan.” Decía esto alistando una jeringa. “Tú estás precisando una dosis más fuerte.” Al instante, Fred me sonreía con serenidad. “Está todo bien” dijo y me besó en la boca. El calor de sus labios me devolvía a la felicidad, pero pronto recordé a ese otro hombre y sus palabras. Fred se desvanecía ¿Fallaba el tratamiento?

Marta Ribes 20.No fue difícil - continuó- será mejor que lo tomes con calma, tienes mala cara- ¿mala cara? Mi cuerpo estaba entumecido, sentía enormes ganas de llorar, de saltar por una ventana, de despertar de un golpe de aquella monstruosa pesadilla. Deja, en primer lugar que me presente, soy el responsable de este proyecto, aunque debo decir, que la protagonista principal eres tú, tú has sido capaz de crear esta historia en tu mente, con una facilidad que nunca imaginamos, sólo nos limitamos a decorar tu historia con pequeños detalles, pequeños alicientes que te ayudaran a mantener tu sueño en vida.

La Vivi Herrera 20. No podía ser cierto. Él vivía conmigo… Hace dos meses… Sí, coincidía con el tratamiento, pero… Bueno, no salíamos mucho, yo estaba desempleada y… ¡Pero Molina lo había visto! ¡No! No en realidad, había escapado por la ventana… ¿O era que nunca había estado? Imposible. ¿Quién era este sujeto y cómo podía confiar en él? Advirtió mi consternación y me tendió la mano. –Bienvenida al paraíso, ya no eres una proscrita.- Unos golpes en la puerta lo interrumpieron. – Apártate Sierra, ella ya no es de tu jurisdicción. Te dejé jugar al poli malo y sólo la asustaste. Ahora las cosas se harán a mi manera.

Andrés Vicente Navarrete 20. Se volvió y echó a andar con las manos cogidas a la espalda. Con las piernas tan cortas caminaba dibujando un gracioso bamboleo. “Soy tu futuro; ya ves –dijo soltando una risita-.Ven, guapa, te enseñaré algo”. Intenté seguirle pero él andaba deprisa y yo apenas avanzaba; parecía que corriera sobre la cinta de un gimnasio. Como un péndulo endiablado el enano se fue alejando y alejando hasta perderse. Me quedé sola en mitad de ningún sitio; sentí un escalofrío y después la calidez de una cama compartida. Abrí los ojos y me vi tumbada junto a Fred, que dormía plácidamente, desnudo y boca arriba.

Pilar Fresnillo 20.Pude verme a mí misma dibujando con mi mano su cara, respirando confundidos, hundiendo mis manos en su pelo y besándonos como si tuviéramos la boca llena de peces. Todo tan real. La voz me sacó de la burbuja: "Existen dos mundos: el primero es el tuyo, el segundo es el verdadero". Tuve miedo. Me sentí cansada y pequeña. Había un grito en mi boca que mi boca no gritaba y la muerte del mundo cayó sobre mi vida. El bajito calvo continuó: „Esta es tu última oportunidad. Si tomas la pastilla azul, fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creer. Si tomas la roja, tendrás respuestas.

Lorena Schuster Varela 20. “No me mires así… tratamos de ayudarte. Ingresaste en un estado deplorable…Catatónica” -fruncí el ceño-“desencadenado por una vivencia traumática. Algo terrible debió suceder. Tanto como para convertirte en apenas una sombra. Te encontraron en tu casa, quieta y muda desde hacía al menos tres días… Tu regreso ha sido difícil; Plagado de alucinaciones, frecuentes recaídas…” Mi mente, fracturada, se deslizaba hacia la nada…Y una imagen me golpeó. Un recuerdo real. La ventana. Su sonrisa. Fred."Algo terrible..." Tal vez sí existía, después de todo… “¿Cuánto tiempo llevo aquí…?”

Esther Calvo 20. Me cubrí la cara con las manos y caí de rodillas. Aquello era de locos. “¡Parásitos desagradecidos! Una realidad a vuestra medida y ni así estáis contentos” murmuró el hombrecillo. “Ahí lo tienes, tu contrato, firmado por ti”. Me tiró un montón de papeles. “¿Qué pedías?: una vida excitante, un hombre misterioso… Y como todos, ¡rogando que termine!”. Su tono era ya histérico. “¡Queréis aprovecharos de la mente privilegiada del doctor! Los primeros… ¡La fama a su costa! ¡Sólo sois conejillos de indias! Se lo advertí. Pero Sierra lo entenderá ahora. No mas pruebas… el juego debe empezar.”

Mónica García Picos 20. ¿”Fred y Molina no existen ?”. Envuelta en la luz mortecina de lo que parecía una morgue el continuo murmuro del calvo no cesaba. Estaba tendida sobre una fría mesa de acero .“¿Qué tratamiento?”, musité “El que comenzaste en Conxo hace dos años. No has salido desde entonces. “ Yo, atónita. “Eres el experimento, por tanto el paraíso”, sonrió. Las llaves estaban aún conmigo. “Y entonces, ¿qué es esto?”, pregunté con prueba en mano. Detrás del calvo oviforme se veían tres puertas de acero con sus cerrojos. “Yo tengo la tercera, ”carraspeó. Hacía mucho frío allí dentro. “Criónica”, dijo y salió.

[+/-]Ver/Ocultar finalistas #21
Mónica García Picos 21. Me lancé a los nichos de acero. Antes de que la tercera llave cumpliera su cometido debía romper el hilo de los acontecimientos. Llave en el primero. Automáticamente la plancha de metal se deslizó hacia mi: Molina, escarchado y violáceo . La segunda, me desplomó. El shock me derribó como una onda expansiva. Era Fred. Faltaba la tercera. Podría ser mi lugar en el mundo. Entraba el oviforme con un servicio de té. “Son las cinco en punto. La tetera es de porcelana , pero no se ve. La leche tiene frío, yo no sé por qué”, y gorgojeó una risita. “Eso es lo que cantabas en tus delirios.” “Mi infancia”, lloré

Lorena Schuster Varela 21. ¿Simplemente la olvidó? ¿Fue a propósito? No importaba; me abalancé sobre la tercera llave, probé cada una, en cada puerta…Por fin, una cedió. Quedé encerrada en un cubículo asfixiante. Paredes a los lados. Al frente, un grueso cristal con un respiradero superior. No estaba sola. Un coro de voces agitadas me recibió. “¿Quién es?” “Alguien nuevo… ¿Será la última?” “¿Qué hacemos aquí? ¿Lo sabes?” “Bueno”-se impuso un hombre, líder del grupo, supuse-“¿Ya podemos salir?” Una voz sin expresión inundó el recinto: “Bienvenidos a Criónica. En breve serán guiados a la sala de recuperación”

La Vivi Herrera 21. Miré mi cuerpo apenas cubierto por una bata de hospital. Mis carnes blandas parecían desprenderse de mis huesos, como si éstos ya no le dieran forma y mi mano derecha casi sin uñas se había deformado aferrando el par de llaves. “El objeto de poder”, recordé. Debía llevarme algo conmigo a la cámara. Sierra sostenía que facilitaba la construcción de una historia, del Experimento. Sí, había sido voluntaria para establecer la permanencia de sentimientos en situación de criopreservación mediante pequeños estímulos. Entonces ¿había terminado? Y si había tenido éxito ¿por qué estaba sola?

Silvina Alfonso 21. ¡Hacía mucho frío y estaba tan cansada!… ¿Era de día o de noche, cuánto tiempo había pasado desde que salí corriendo del departamento con el maldito paquete? Me levanté rápidamente y probé una llave, la otra, fui a la segunda puerta, tampoco…Sentí una mano en mi hombro y su voz, “dame las llaves” giré, era Fred “Shhh… sí, sí, soy yo, el Dr. Gutiérrez, querida”. Quise quejarme “Te has portado muy mal ¿Qué haremos contigo?, ven, siéntate un minuto”. Obedecí. “¡Dame la tarjeta!” Se la di.”¡Estas confusa! Ya pasará…” “tanto lío y has vuelto al principio, al inicio” dijo mirándome muy serio.

Cris Paz Elias 21. Tiritaba. El castañeo de mis dientes dio lugar al llanto y el llanto a unos gritos desesperanzados, ¡Ayúdame ! supliqué a un alguien indeterminado hasta que me quedé dormida. Desperté con una imagen aterradora grabada en mi cerebro. Me vi a mi misma en un aula llena de gente hablando sobre nitrógeno líquido y criogenización. ¿Era aquello un recuerdo o un sueño?. Angustiada, sentí un miedo atroz de morir pero también de estar viva. Mi corazón se paró un instante cuando el hombre calvo volvió a entrar en la habitación. “Vendrás conmigo”, dijo dibujando sus palabras en el espeso vaho.

Pedro Antonio Muñoz Jimenez 21- Me palpé los pechos con gesto ávido. Necesitaba tocar algo real. Estaba helada, desnuda y el tono azul de mis muslos rivalizaba con las dos bombillas rojas que al fondo parpadeaban. Tres bombillas y tres rótulos sobre tres puertas. Las que ponían “Sierra” y “Anglada” parpadeaban cada vez más rápido, mientras que otra con nombre de mujer y de bombilla verde se hallaba entornada. Un pitido grave, casi hueco, atronó la estancia al tiempo que el calvito misterioso volvió por donde había salido;"Perfecto” dijo satisfecho,”En breve seremos cuatro.Tus compañeros están a punto de despertar"

Pilar Fresnillo 21.Me acerqué tambaleante a una de las puertas. De puntillas, escudriñé la oscuridad a través de la mirilla hasta que las sombras adquirieron forma. Decenas de tarros de cristal se apiñaban en las estanterías, imposible distinguir qué era aquello que flotaba en su interior. Un carraspeo a mis espaldas me hizo darme cuenta de que ya no estaba sola. El calvo se acercó, tarro en mano. Una masa arrugada, poco más grande que la palma de mi mano, se mecía suspendida en un líquido turbio. „Bienvenida a la realidad de Conxo. Aquí te presento tu pasado, tu presente y quien sabe si tu futuro. Éste es tu cerebro“.

Sandra Castellanos 21. Una intolerable somnolencia se apoderó de mí. De repente me vi a mí misma sentada en el alféizar, con los pies colgando sobre el vacío. Abrí los ojos en una cama de hospital. En un rincón, Fred, con expresión fúnebre, miraba siempre la misma página de un magazín. Al pie mío Molina hablaba con el calvo, sus rostros ensombrecidos de preocupación. “¿Criónica, dice?” preguntó Molina, pensativo. “Sí Dr Sierra. Al paso que va ese hematoma, es la única forma de salvarla. A la técnica para operar esa zona del cerebro le faltan por lo menos dos años”. En eso, Fred levantó la vista y gritó “¡Esta despierta!”.